miércoles, 10 de junio de 2015

EL PUEBLO DE ROMA EN VÍSPERAS DE LA GUERRA CIVIL ENTRE CESARIANOS Y POMPEYANOS


El pueblo se dedicaba a sus rutinarias obligaciones diarias sin mostrar demasiado interés en todo aquello; la larga experiencia les había enseñado que cuando se producían aquellas convulsiones internas, todas las bajas y sufrimientos se daban en el campo de aquellos que estaban en lo alto del árbol social. Y, además, la mayor parte de la gente consideraba que César sería mejor para Roma que los boni.


En las filas de los caballeros, particularmente en las de aquéllos con la importancia suficiente como para pertenecer a las Dieciocho, los sentimientos eran muy diferentes... y muy mezclados. Eran los que tenían más que perder en caso de guerra civil. Sus negocios se desmoronarían, las deudas serían imposibles de cobrar, dejarían de producirse préstamos y las inversiones en el exterior se harían imposibles de dirigir. El peor aspecto era la incertidumbre: ¿quién tenía razón, quién decía la verdad? ¿Había realmente cuatro legiones en la Galia Cisalpina?. Y si las había, ¿por qué nadie podía localizarlas? ¿Y por qué, si allí no había cuatro legiones, no se decía la verdad en público? ¿Acaso a los de la calaña de Catón y los Marcelos les importaba otra cosa que no fuera su absoluto empeño en darle a César una lección? Y, de todos modos, ¿qué lección era ésa? ¿Qué había hecho César exactamente que no hubieran hecho los demás? ¿Qué le ocurriría a Roma si se le permitía a César presentarse como candidato al consulado in absentia y salía libre de los procesamientos por traición que los boni estaban tan decididos a instruir en su contra? La respuesta a esas preguntas podían verla todos los hombres de Roma menos los boni: ¡Nada! ¡No sucedería nada! Roma continuaría como siempre. Mientras que la guerra civil sería una verdadera catástrofe. Y parecía que aquella guerra civil iba a librarse por una cuestión de principios. Y para un hombre de negocios, ¿había algo más ajeno y menos importante que los principios? ¿Ir a la guerra por eso? ¡Era una locura! De manera que los caballeros empezaron a ejercer presión sobre los senadores más propensos a ser agradables con César.


Desgraciadamente, los boni de línea dura no eran dados a escuchar aquel cabildeo de los plutócratas, aunque el resto del Senado lo fuera; para Catón y los Marcelos aquello no significaba nada comparado con la progresiva pérdida de prestigio e influencia que sufrirían a los ojos de todos si César ganaba en aquel forcejeo para ser tratado del mismo modo que Pompeyo. ¿Y Pompeyo qué? ¿Aún perdiendo el tiempo en Campania? ¿De qué parte estaba en realidad? La evidencia señalaba que se aliaba con los boni, pero todavía había muchos que creían que a Pompeyo podría apartársele de ellos si se le pudieran decir al oído ciertas cosas, aunque él se mostrara reacio a ello.



( C. McC. )


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