martes, 16 de junio de 2015

CÉSAR EN LA ALCOBA, CON CLEOPATRA


Cleopatra hizo lo posible para que él pasara una noche agradable, aunque comprendía que si bien él a su manera la quería, ninguna mujer sustituiría jamás a Roma en el corazón de su amante, ni significaría tanto para él como la Décima o la Sexta legiones. Es lógico, se dijo, esos soldados y él han pasado muchas cosas juntos. Sus hombres forman parte de las fibras mismas de su ser. Pero también yo moriría por él. Es el padre que no tuve, el marido de mi corazón, el hombre perfecto. ¿Quién en todo el mundo podría compararse a él? Ni siquiera Alejandro Magno, que fue un conquistador aventurero, poco interesado en los aspectos prácticos del buen gobierno o los estómagos vacíos de los pobres. Babilonia no atrae en absoluto a César. César nunca sustituiría a Roma por Alejandría. ¡Ojalá lo hiciera! Con César a mi lado, no sería Roma quien dominara el mundo sino Egipto.


Podían besarse y abrazarse, pero hacer el amor era imposible. Sin embargo, un hombre tan sereno como César no se dejaba disuadir por eso. Me gusta la manera en que me acaricia, tan rítmica y firme, y sin embargo la piel de la palma de su mano es suave. Cuando se vaya, podré imaginar esas manos, tan hermosas. Su hijo se parecerá a él.

( C. McC. )








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