Querida mía:
He estado pensando en ti mientras estoy sentado aquí en
Atenas metafóricamente impotente. El estado literal aún no me ha visitado, me
apresuro a añadir, y siento a mi mejor amigo sujeto en mis ingles que comienza
a moverse con tu recuerdo, con tus besos. Atenas, como verás, ha mejorado mi
estilo literario; aquí hay poco más que hacer aparte de leer, patrocinar la
academia y otros antros filosóficos y hablar con hombres como Tito Pomponio
Ático, que vino a cenar.
¿Puede ser que Cesarión esté de verdad cerca de su noveno
cumpleaños? Supongo que debe de ser así, pero me duele pensar que me he perdido
dos preciosos años de su infancia. Créeme que intentaré
solucionarlo lo antes que pueda, y cuando sea posible iré a por ti. Mis propios
gemelos deben de estar cerca de los dos años. ¿Adónde se va el tiempo? Nunca los
he visto. Sé que has llamado a mi hijo Ptolomeo y a mi hija Cleopatra, pero
pienso en ellos como el Sol y la Luna, así que quizá cuando tengas en la
residencia a Cha'em podrías llamar oficialmente a mi hijo Ptolomeo Alejandro Helios
y a mi hija Cleopatra Selene. Él es el decimosexto Ptolomeo y ella la octava
Cleopatra. Sí que sería bueno que tuviesen sus propios nombres, ¿no crees?
El año que viene estaré sin duda en Antioquía, aunque
quizá no tenga tiempo para visitar Alejandría. Sin duda ya sabrás que Publio
Ventidio se excedió en el mandato que le había dado para ir a la guerra y
expulsar a los partos de Siria. En realidad no me complació, dado que apesta a
soberbia. En lugar de poner a Herodes en el trono, se ha ido a Samosata, que,
según me acaban de informar, ha cerrado sus puertas para soportar el asedio.
Sin embargo, debe de tener el tamaño de una aldea, por lo que no podrá tardar
más de un nundinum en rendirse.
Octavia está encantada, aunque algunas veces me encuentro
a mí mismo deseando que tuviese algo más de su hermano. Hay algo intimidatorio
en una mujer que no tiene faltas, y ella no las tiene, créeme.
Si se quejase de vez en cuando, creo que pensaría mejor de ella, pues sé que
cree que no paso bastante tiempo con los niños, de los cuales sólo tres son míos.
En cuyo caso, ¿por qué no decirlo? Pero ¿lo hace? ¡Octavia, no! Sólo se muestra
apenada. Así y todo, debo considerarme afortunado. No hay mujer en Roma más
deseable; me envidian profundamente incluso mis enemigos. Escríbeme y dime cómo
estás, y cómo está Cesarión. Ático hizo algunos comentarios sobre él y su
relación con Octavio. Insinuó que puede haber un futuro peligro para él. Hagas
lo que hagas, no lo envíes a Roma hasta que yo pueda acompañarlo. Es una orden,
y no seas como Ventidio. Tu hijo se parece demasiado a César como para ser bien
recibido por Octavio. Necesitará aliados en Roma, un fuerte apoyo.
Firmado, Marco Antonio
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