miércoles, 3 de junio de 2015

CARTA DEL MÉDICO MORSIMUS AL GENERAL-CÓNSUL LUCIO CORNELIO SILA, ANTE EL TERRIBLE EZQUEMA EN LA CARA QUE LE PRODUCIA HORRIBLES PICORES:




Ésta es la receta, que es lo único que puedo enviarte, estimado Lucio Cornelio, mi amigo y patrón. Parece ser que hay que preparar el ungüento más a menudo de lo que la distancia del viaje de Pyramus en Cilicia Pedia hasta Roma lo permitiría. Debes buscar los ingredientes y hacerlo tú. Por suerte, ninguno es una rareza, aunque muchos ingredientes deben de ser difíciles de conseguir.


Se necesita un vellocino de carnero o de oveja, que se aplasta con un instrumento duro, pero sin cortarlo. Verás que en el borde de un strigilis se forma una sus tancia aceitosa, pero con la dureza de la corteza de queso. La rascas hasta obtener un buen montón; muchas mondaduras, me dijo el que me informó. Luego, las metes en agua; ¡tibia, no caliente!, pero que no esté fría. Lo mejor es meter el dedo y notar que está caliente pero se puede soportar. La sustancia se deshará un poco y flotará en la superficie. Se coge lo que sobrenada hasta llenar un tazón.


Después coges el vellocino entero con piel, y con algo de grasa unida a ella -el animal tiene que haber sido sacrificado hace poco-, y lo hierves. La grasa que obtengas la derrites dos veces y llenas con ella un tazón.


La grasa de la oveja, según me dice mi informante, requiere un poco de grasa especial del interior del animal, porque la grasa de oveja es muy dura, incluso en un cuarto caliente. Mi informante -una vieja maloliente y repulsiva, y no digamos codiciosa- dice que esa grasa de dentro hay que cogerla de la más dura que hay sobre los riñones del animal, y aplastarla. Luego, se mezcla con agua tibia, igual que las fibras de lana, y se coge la capa que quede arriba en una cantidad equivalente a dos tercios de un tazón. A ello se le añade un tercio de un tazón de bilis recién extraída de la vesícula del animal nada más matarlo.


Después, lo mezclas bien todo junto, despacio. El ungüento es bastante duro, pero no tanto como la grasa derretida. Untatelo cuatro veces al día, aunque te prevengo, querido Lucio Cornelio, que apesta horriblemente. Pero mi informante insiste en que debe usarse sin añadir perfumes, especias ni resinas.


¡Te ruego me digas si da resultado! La maldita vieja perjura que fue ella quien hizo el tarro que tú usaste con tan buen éxito, aunque yo lo dudo.

Vale, Morsimus.

( Fragmento de Colleen McCullough en su libro "Favoritos de la Fortuna)



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