El territorio era ideal. Tengo la armadura dorada de
Pacoro para exhibirla en mi triunfo; mis hombres me han aclamado imperator en el campo
tres veces, como puedo testimoniar si tú lo requieres. No tenía sentido librar
una guerra de contención en ningún momento de esta campaña, que progresó en un orden natural en una serie de tres batallas.
Por
supuesto, comprendo que el cierre de mi campaña no es causa de queja para ti.
Te ha dado una Siria segura donde poder reunir a tus
ejércitos -incluido el mío, que pondré en cuarteles de invierno alrededor de
Antioquía, Damasco y Chalcis-para tu gran campaña contra Mesopotamia.
Sin embargo, ha llegado a mis oídos que Antíoco de
Cotnagene firmó un tratado con Pacoro que cedía a Comagene el gobierno parto.
También obsequió a Pacoro con alimentos y provisiones, un hecho que permitió a
Pacoro entrar en Siria sin verse afectado por los habituales problemas que
representa mantener a una gran fuerza de caballería.
Por lo tanto, en marzo tengo la
intención de llevar siete legiones al norte, hasta Samosata, y ver qué tiene
que decir el rey Antíoco de su traición. Silo y dos legiones marcharán a
Jerusalén para poner al rey Herodes en su trono.
El rey Herodes ha sido de gran ayuda para mí. Sus agentes
propagaron informaciones falsas entre los espías partos que me permitieron encontrarme en el territorio ideal cuando los partos desconocían totalmente
mi paradero. Creo que Roma tiene en él a un aliado digno de su peso. Le he dado
cien talentos para que vaya a Egipto y compre provisiones para su familia y la
familia del rey Hircano, que está instalado en el mismo retiro de montaña
imposible de ser ocupado.
Sin embargo, mi campaña me ha dado diez mil talentos
de plata de botín, que van de camino a la tesorería en Roma mientras escribo.
Una vez que haya celebrado mi triunfo y el botín haya sido liberado, tú te
beneficiarás considerablemente. Mi parte, de la venta de esclavos, no será
grande, porque los partos lucharon hasta la muerte. Reuní alrededor de mil
hombres del ejército de Labieno y los vendí
En cuanto a Quinto Labieno, acabo de recibir una carta de
Cayo Julio Demetrio, que se halla en Chipre, donde me informa de que capturó a
Labieno y lo mandó ejecutar. Deploro este último hecho porque no creo que un
simple liberto griego, incluso uno del difunto César, tenga autoridad
suficiente para ejecutar. Pero te dejo a ti la decisión final, como
corresponde.
Puedes estar seguro de que cuando llegue a Samosata me
ocuparé duramente de Antíoco, que ha abandonado el estatus de Comagene como
amigo y aliado. Espero que os parezca bien a ti y a los tuyos.
Firmado, Publio Ventidio Baso
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