Corre
la voz en Roma de que estás atascado, César. Dicen que todos los puentes del
Sicoris están derribados Y que no tenéis comida. Cuando ciertos senadores se enteraron,
celebraron una gozosa fiesta en los jardines de la casa que tiene Afranio en el
Aventino. A Lépido y a mí nos pareció que quizá resultase divertido observar,
de manera que nos decidimos a ir... ¡no, no tuve que cruzar el pomerium!
Tenían cantantes, bailarinas, acróbatas, un par de monstruos más bien horribles
y muchísimas gambas y ostras de Bayas. Entre nosotros, a Lépido y a mí nos
pareció un poco prematuro. Para cuando recibas esta carta seguro que ya habrás
solucionado tus problemas de abastecimiento y te las estarás viendo con los
pompeyanos.
La
noticia de que te encontrabas en graves problemas tuvo otro efecto, que en este
caso concierne al Senado: concluida la celebración, todos los indecisos, unos
cuarenta en total, partieron para reunirse con Pompeyo en el este de Macedonia.
Estoy seguro de que cuando lleguen allí estos senadores ansiosos por ponerse en
el lado adecuado no sufrirán ninguna privación en campaña. Pompeyo ha instalado
su residencia en el palacio del gobernador de Tesalónica, y todos viven muy bien.
Ni
Lépido ni yo impedimos ese éxodo masivo, en lo cual espero haber obrado correctamente.
Supusimos que a ti te irá mejor sin esas personas en Italia, que sea Pompeyo
quien disfrute de ellas. Por cierto, dejé que Cicerón también se marchase. Sus
voces de oposición no disminuían, y no le hacía mucha gracia mi estilo de
gobernar. Tengo ese carro imponente tirado por cuatro leones, y siempre montaba
un espectáculo conduciéndolo cuando me hallaba cerca de Cicerón.
La verdad,
César, es que es un verdadero dolor en el podex. Yo tenía leones machos con la
melena negra, unos animales enormes e imponentes, pero que se negaban a
trabajar. ¡Son unos vagos! Cada dos pasos se dejaban caer y se dormían. Me vi
obligado a sustituirlos por hembras. Incluso así, los leones no sirven para
tirar de un carro. Lo cual me convierte en un escéptico acerca de Dionisos y su
carro tirado por leopardos.
Cicerón
partió desde Gaeta sobre las nonas de junio, pero no con su hermano Quinto. Como
tú bien sabes, el hijo de Quinto está decidido a tomar partido por ti, por lo
que sospecho que ha estado escuchando a su Tata. Ambos, el hermano Quinto y el
sobrino Quinto, eligieron quedarse en Italia, aunque sigue siendo un misterio
durante cuánto tiempo. Cicerón está jugando con los sentimientos de su familia,
llenos todos de quejas hasta el momento de su partida... Tenía los ojos hechos
una pena cuando lo vi a principios de mayo. Sé que tú querías que él se quedase
aquí, pero es mejor que se haya ido.
Es demasiado incompetente para que suponga
diferencia alguna en las posibilidades que tiene Pompeyo de ganar
(posibilidades que considero muy escasas),
y nunca se avendrá a tu manera de pensar. Una voz como la suya es mejor que se
vaya a algún lugar donde no pueda oírse. Su hijo, Marco, también se fue.
Por
cierto, Tulia dio a luz a un sietemesino en mayo, un niño. Pero murió el mismo
día de junio en que murió el viejo Perperna. ¡Qué casualidad! El senador más
viejo y el consular más viejo. Si yo vivo hasta los noventa y cinco años, me
sentiré muy contento.
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