viernes, 12 de junio de 2015

CARTA DE MARCO ANTONIO A CAYO JULIO CÉSAR ACAMPADO CERCA DE MASILIA


Corre la voz en Roma de que estás atascado, César. Dicen que todos los puentes del Sicoris están derribados Y que no tenéis comida. Cuando ciertos senadores se enteraron, celebraron una gozosa fiesta en los jardines de la casa que tiene Afranio en el Aventino. A Lépido y a mí nos pareció que quizá resultase divertido observar, de manera que nos decidimos a ir... ¡no, no tuve que cruzar el pomerium! Tenían cantantes, bailarinas, acróbatas, un par de monstruos más bien horribles y muchísimas gambas y ostras de Bayas. Entre nosotros, a Lépido y a mí nos pareció un poco prematuro. Para cuando recibas esta carta seguro que ya habrás solucionado tus problemas de abastecimiento y te las estarás viendo con los pompeyanos.


La noticia de que te encontrabas en graves problemas tuvo otro efecto, que en este caso concierne al Senado: concluida la celebración, todos los indecisos, unos cuarenta en total, partieron para reunirse con Pompeyo en el este de Macedonia. Estoy seguro de que cuando lleguen allí estos senadores ansiosos por ponerse en el lado adecuado no sufrirán ninguna privación en campaña. Pompeyo ha instalado su residencia en el palacio del gobernador de Tesalónica, y todos viven muy bien.


Ni Lépido ni yo impedimos ese éxodo masivo, en lo cual espero haber obrado correctamente. Supusimos que a ti te irá mejor sin esas personas en Italia, que sea Pompeyo quien disfrute de ellas. Por cierto, dejé que Cicerón también se marchase. Sus voces de oposición no disminuían, y no le hacía mucha gracia mi estilo de gobernar. Tengo ese carro imponente tirado por cuatro leones, y siempre montaba un espectáculo conduciéndolo cuando me hallaba cerca de Cicerón. 


La verdad, César, es que es un verdadero dolor en el podex. Yo tenía leones machos con la melena negra, unos animales enormes e imponentes, pero que se negaban a trabajar. ¡Son unos vagos! Cada dos pasos se dejaban caer y se dormían. Me vi obligado a sustituirlos por hembras. Incluso así, los leones no sirven para tirar de un carro. Lo cual me convierte en un escéptico acerca de Dionisos y su carro tirado por leopardos.


Cicerón partió desde Gaeta sobre las nonas de junio, pero no con su hermano Quinto. Como tú bien sabes, el hijo de Quinto está decidido a tomar partido por ti, por lo que sospecho que ha estado escuchando a su Tata. Ambos, el hermano Quinto y el sobrino Quinto, eligieron quedarse en Italia, aunque sigue siendo un misterio durante cuánto tiempo. Cicerón está jugando con los sentimientos de su familia, llenos todos de quejas hasta el momento de su partida... Tenía los ojos hechos una pena cuando lo vi a principios de mayo. Sé que tú querías que él se quedase aquí, pero es mejor que se haya ido. 


Es demasiado incompetente para que suponga diferencia alguna en las posibilidades que tiene Pompeyo de ganar (posibilidades que considero muy escasas), y nunca se avendrá a tu manera de pensar. Una voz como la suya es mejor que se vaya a algún lugar donde no pueda oírse. Su hijo, Marco, también se fue.


Por cierto, Tulia dio a luz a un sietemesino en mayo, un niño. Pero murió el mismo día de junio en que murió el viejo Perperna. ¡Qué casualidad! El senador más viejo y el consular más viejo. Si yo vivo hasta los noventa y cinco años, me sentiré muy contento.


( C. McC )



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