Histieo (en griego antiguo: Ἱστιαῖος) (Muerte: c. 494 a. C.) fue un
general ateniense, convertido en tirano de Mileto por Darío I de Persia.
Tras prestar servicios en el ejército y en la corte, se dedicó a la piratería.
Fue crucificado por los persas.
Se le menciona en los 9 libros de la Historia de
Heródoto por haber mantenido la flota jonia en el Helesponto, salvando así al
ejército persa de la derrota ante los escitas. Premiado por ello, Darío le
permitió crear una colonia, pero Megabazo, general de Darío, advirtió sus
intenciones de sublevarse contra sus amos persas.
Era el tirano de Mileto puesto por los persas poco
antes de la revuelta jónica. Mileto era la gran metrópolis persa en el Mar
Egeo, sede de la marina de guerra imperial y principal centro comercial con un
estatus especial que prácticamente la convertía en una aliada de los persas.
Durante la campaña escita de Darío I formó parte del
contingente griego que custodiaba el puente de barcas sobre el Danubio, por
donde cruzó el ejército del Gran Rey; convenció a los jonios de que no
destruyeran el puente, abandonando así a Darío y no se rebelaran contra los
persas, propuesta que defendía Milcíades de Atenas.
Darío, gracias a
Histieo, pudo regresar a Asia con su ejército sano y salvo y como premio por
sus servicios, le dio el señorío de Mircino, en Tracia, región rica en minas de
plata y bosques, ideal para construir una flota; lugar fronterizo donde un
hombre ambicioso podía hacer fortuna.
Megabazo, el comandante en jefe persa de todos
los territorios europeos recién adquiridos por el Gran Rey no confiaba en
Histieo y comenzó a desacreditarlo ante éste indicándole que un hombre como
Histieo, con esos recursos ,podría ser un formidable enemigo. Darío decidió no
desposeer a Histieo de sus territorios, para no reconocer su error, y otorgarle
el título de consejero del rey en asuntos griegos y «compañero de la mesa
real», medidas por las que el tirano hubo de abandonar su patria y ambiciones y
acompañar al Gran rey a Susa, a donde marchó resignado, pero no abandonó sus
ambiciones y sólo esperaba la oportunidad propicia para llevarlas a cabo.
Envió un esclavo a Aristágoras, familiar suyo y
tirano interino de Mileto, con un mensaje con instrucciones bajo el cabello,
para que se levantara contra los persas; éste que ya lo había decido antes de
recibir el mensaje, inició la revuelta de Jonia.
Darío, tal como esperaba Histieo, lo envió como agente
suyo para resolver esta crisis. Llegó a Sardes y Artafernes, sátrapa de
Lidia y hermano de Darío, no sólo no confiaba en él sino que le acusó de ser el
instigador de la rebelión. Histieo huyó de Sardes y se encaminó a Jonia para
liderar la insurrección, pero fue encarcelado en Quíos, puesto que los griegos
creían que era un agente del rey aqueménida; verificaron su desobediencia al
persa y lo liberaron.
Histieo convenció a los jonios de ser el instigador
de la revuelta y envió unas cartas a Sardes dirigidas a unos notables persas
con los que había acordado una conjura, las cartas fueron entregadas a
Artafernes, quien deshizo la conjura y ejecutó a los traidores.
Aristágoras ya había muerto y Histieo trató de
liderar Mileto, pero tuvo que huir de allí; tampoco lo escucharon en Quíos.
Tuvo mayor fortuna en Mitilene donde consiguió el mando de 8 barcos con los que
se dedicó a la piratería en aguas de Bizancio.
Tras la caída de Mileto, Histieo trasladó sus
operaciones a Quíos donde tomó Policne y la convirtió en su cuartel general.
Logró reunir un pequeño ejército con los jonios fugitivos de los persas, y
sitió la ciudad de Tasos.
Ante el avance de la flota fenicia hacia Lesbos,
levantó el asedio de Tasos y llevó su ejército a Asia Menor para abastecerse en
la región de Misia, donde accidentalmente encontró un ejército persa dirigido
por Harpago, que destruyó a los jonios y capturó a Histieo.
Histieo fue conducido a Sardes donde Artafernes lo
mandó empalar y su cabeza embalsamada fue enviada a Susa.
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