¡Pueblo
de Roma, dicen que no puedo hacer lo que es preciso para asegurar la salvación
de Roma!. ¡Roma necesita soldados! ¡Roma necesita desesperadamente soldados!
¡Estamos rodeados de enemigos por todos los frentes y a los nobles padres
conscriptos, como de costumbre, les preocupa más conservar su derecho heredado
a gobernar que asegurar la salvación de Roma! ¡Son ellos, pueblo de Roma,
quienes han agotado la sangre de romanos, latinos e itálicos por su indiferente
explotación de las clases que tradicionalmente han servido en las filas del
ejército romano! ¡Porque yo os digo que no quedan ya hombres de esas clases!
¡Los que no han muerto en algún campo de batalla gracias a la codicia, la
arrogancia, la estupidez de algún cónsul con mando, están inútiles para servir
en las legiones!
¡Pero
existe una alternativa de reclutamiento, hay hombres dispuestos y con ganas de
ser soldados voluntarios de Roma! ¡Me refiero a los proletarios, los ciudadanos
de Roma o de Italia que son demasiado pobres para tener voto en las centurias,
demasiado pobres para tener tierra o un negocio, demasiado pobres para adquirir
el equipo de soldado! ¡Pero ya es hora, pueblo de Roma, de que esos miles y
miles de hombres sean llamados a hacer algo más por Roma que formar cola
siempre que se ofrece trigo barato o abrirse camino a codazos para acudir al
circo para divertirse en las fiestas, y criar hijos e hijas a los que no pueden
alimentar! ¡El que no tengan nada no significa que no valgan nada! ¡Y ni se me
ocurre pensar que amen menos a Roma que cualquier hombre que se precie! ¡En
realidad, creo que su amor por Roma es más, muchísimo más puro que el amor del
que alardean la mayoría de los honorables miembros del Senado!
¡Tengo
aquí a mis espaldas al colegio de tribunos que os va a solicitar un mandato,
pueblo de Roma, que el Senado me niega! ¡Os solicito el derecho a recurrir a
las posibilidades militares del proletariado! ¡Quiero que los proletarios, de
seres inútiles e insignificantes, se conviertan en soldados de las legiones
romanas! ¡Quiero ofrecer a los proletarios un empleo remunerado, una profesión
más que un trato! ¡Un futuro para ellos y para sus hijos con honor, prestigio y
posibilidades de mejora! ¡Quiero ofrecerles el sentido de dignidad y de valía,
la oportunidad de desempeñar un importante papel en el progreso de la poderosa
Roma!
¡Los
padres conscriptos del Senado niegan esa oportunidad a esos miles de hombres!
¡Me niegan la oportunidad de requerir sus servicios, su lealtad, su amor a
Roma! ¿Y por qué? ¿Porque los conscriptos padres del Senado aman a Roma más que
yo? ¡No! ¡Porque se aman a sí mismos y a su clase más que a Roma y a nadie más!
¡Por eso he venido a vosotros, pueblo de Roma, a pediros que me deis, y deis a
Roma, lo que el Senado le niega! ¡Dadme los capite censi, pueblo de Roma!
¡Dadme a los más humildes y necesitados! ¡Dadme la oportunidad de hacer de
ellos unos ciudadanos de los que Roma pueda enorgullecerse, una clase de
ciudadanos a los que Roma dé empleo en lugar de sustentarlos, una clase de
ciudadanos equipados, entrenados y pagados por el Estado para servir al Estado
como soldados con alma y corazón! ¿Me daréis lo que os pido? ¿Daréis a Roma lo
que necesita?
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