miércoles, 1 de julio de 2015

REFLEXIONES DE CAYO JULIO CÉSAR SOBRE LA INMORTALIDAD, TRAS LA MUERTE DE MARCO PORCIO CATÓN




Catón no había podido cometer el acto sin saber antes que disfrutaría de una vida después. Y buscó la confirmación en el Fedón. Esto consuela a César, que no anhela una vida después de la muerte. ¿Qué puede ser la muerte salvo un sueño eterno? La única inmortalidad a la que puede aspirar un hombre es vivir en el recuerdo y la historia del género humano hasta el final de los tiempos. Un destino que corresponderá a César, pero que César hará todo lo posible para que no corresponda a Catón. Sin Catón, no habría habido guerra civil. Es por eso por lo que no puedo perdonarle. Es por eso por lo que César no puede perdonarle.

 

Ah, pero la vida de César es cada vez más solitaria, incluso con la muerte de Catón. Bibulo, Ahenobarbo, Lentulo Crus, Lentulo Espinter, Afranio, Petreyo, Pompeyo Magno, Curio. Roma se ha convertido en una ciudad de viudas, y César no tiene ya verdaderos rivales. ¿Cómo puede sobresalir César sin el impulso de una oposición? Pero no, pero nunca, la oposición de sus legiones.

 

Las legiones de César. La Novena, la Décima, la Duodécima, la Décimocuarta, sus estandartes colmados de honores, su parte del botín suficiente para que los soldados de más bajo rango alcanzaran el estatus de Tercera Clase en las centurias, y sus centuriones lograran el estatus de Segunda Clase. Sin embargo, se amotinaron. ¿Por qué? Porque estaban ociosos, mal supervisados y a merced de la malevolencia de hombres como Avieno. Porque entre sus filas algunos les han inculcado la idea de que pueden imponer a los generales las condiciones de su servicio. Su motín no ha sido perdonado, pero, más importante aún, no ha sido olvidado. Ningún hombre de una legión amotinada obtendrá jamás tierras en Italia, ni una parte completa del botín tras la celebración de los triunfos de César.

 

Tras la celebración de las victorias de César. César ha esperado catorce años para el triunfo, privado de su triunfo hispánico cuando regresó como pretor de la Hispania Ulterior. El Senado lo obligó a entrar en la ciudad cruzando el pomerium para presentar su candidatura al consulado, y así perdió su imperium y su triunfo. Pero este año celebrará su victoria, tan magníficamente que los festejos triunfales de Sila y Pompeyo Magno parecerán insignificantes en comparación. Este año. Sí, este año. Habrá tiempo, porque este año César corregirá por fin el calendario, vinculará las estaciones a los meses en un año de trescientos sesenta y cinco días como es debido, con un día más
cada cuatro años para compensar el tiempo perdido. Aunque César no haga más que eso por Roma, su nombre perdurará durante mucho tiempo después de su muerte.

 

A eso se reduce la inmortalidad. ¡Ay, Catón, con tu anhelo de un alma inmortal, tu miedo a morir! ¿Qué hay que temer en la muerte?


( C. McC. )


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