lunes, 8 de junio de 2015

DISCURSO DEL CÓNSUL JUNIOR CAYO MARCELO EL VIEJO, EN EL SENADO, PROPONIENDO DESPOJAR DE SU IMPERIUM, SUS PROVINCIAS Y SUS LEGIONES AL PROCÓNSUL EN LA GALIA CAYO JULIO CÉSAR



Honorable cónsul senior, censores, consulares, pretores, ediles, tribunos de la plebe, cuestores y padres . Esta reunión se ha convocado para tratar del proconsulado de Cayo Julio César, gobernador de las tres Galias y de Iliria, de acuerdo con la ley que los cónsules Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso pusieron en vigor hace cinco años en la asamblea popular. Como está estipulado en la lex Pompeia Licinia, hoy esta cámara puede discutir libremente qué se va a hacer con el cargo de Cayo César, con sus provincias, con su ejército y con su imperium. De acuerdo a como era la ley en la época en que fue puesta en vigor la lex Pompeia Licinia, la Cámara habría debatido a cuál de los magistrados superiores en el cargo en este año prefería mandar a gobernar las provincias de Cayo César en marzo del año que viene, la fecha más tardía que permite la lex Pompeia Licinia. No obstante, durante el consulado en solitario de Cneo Pompeyo Magno hace dos años, se cambió la ley. Ahora es posible que la Cámara lleve a debate las cosas de un modo nuevo y diferente. Es decir, hay un pequeño grupo de hombres sentados aquí que han sido pretores o cónsules, pero que en su día rehusaron gobernar una provincia una vez terminado su servicio en el cargo. De manera plenamente legal, esta Cámara puede decidir echar mano de esas reservas y nombrar un nuevo gobernador o gobernadores para Iliria y las tres Galias inmediatamente. Los cónsules y pretores que están en el cargo este año no podrán ir a gobernar una provincia hasta que hayan pasado cinco años, pero en modo alguno podemos permitir que Cayo César continúe gobernando cinco años más, ¿no es cierto?


Como todos los presentes aquí hoy sabemos, Cayo César ha obrado prodigios en sus provincias. Hace ocho años empezó con Iliria, la Galia Cisalpina y la Galia Transalpina, que formaban la provincia de la Galia romana. Hace ocho años empezó con dos legiones destinadas en la Galia Cisalpina y una en la Provenza. Hace ocho años empezó a gobernar tres provincias que se encontraban en paz, tal como habían estado durante mucho tiempo. Y durante su primer año el Senado le permitió actuar para impedir que la migratoria tribu de los helvecios entrase en la Provenza. Pero ello no le autorizaba a entrar en aquella región conocida como Galia Comata y hacer la guerra contra Ariovisto, rey de los germanos suevos, que tenían el título de amigos y aliados del pueblo de Roma. Ello no le autorizaba a reclutar más legiones. No le autorizaba, después de someter al rey Ariovisto, a marchar más allá hasta adentrarse en la Galia de los cabelleras largas y entablar una guerra con las tribus que no tenían alianzas con Roma. Ello no le autorizaba a establecer colonias de, por así decir, ciudadanos romanos más allá del río Po en la Galia Cisalpina. Ello no le autorizaba a reclutar y numerar sus legiones de galos italianos no ciudadanos como si fueran legiones en toda regla y completamente romanas. Ello no le autorizaba a hacer la guerra, la paz, ni a llevar a cabo tratados o arreglos en la Galia de los cabelleras largas. Ello tampoco le autorizaba a maltratar a embajadores de buena posición procedentes de ciertas tribus germánicas.


El Tesoro no puso objeciones a ninguna de esas acciones . Y tampoco, en general, pusieron objeciones los miembros de este augusto cuerpo. Porque las actividades de Cayo César comportaban grandes beneficios para Roma, para su ejército y para él mismo. Lo convirtieron en un héroe a los ojos de las clases humildes, quienes adoran ver cómo Roma acumula poder y riqueza, y gustan de las valerosas hazañas de sus generales en el extranjero. Esas actividades le capacitaron para comprar lo que era incapaz de conseguir de la buena voluntad de los hombres: partidarios en el Senado, tribunos de la plebe domesticados, una facción dominante en las asambleas tribales de Roma y los rostros de miles de sus soldados entre los votantes de las centurias en el Campo de Marte. Y le permitieron imponer su nuevo estilo de gobernar: le capacitaron para cambiar la sagrada mos maiorum de Roma, según la cual a ningún gobernador romano se le permitía invadir territorios que no pertenecieran a Roma con objeto de conquistarlos sin más motivo que reforzar su gloria personal. Porque, ¿qué tenía Roma que ganar con la conquista de la Galia Comata comparado con lo que tenía que perder? Las vidas de sus ciudadanos, tanto de aquellos que estaban bajo las armas como de los que de algún modo se habían implicado en ocupaciones pacíficas. El odio de pueblos que saben poco de Roma y no quieren tratos con ella. Pueblos que no habían, repito, no habían intentado invadir territorio romano ni propiedades romanas en modo alguno hasta que César les provocó. Roma, en la persona de Cayo César y de su enorme e ilegalmente reclutado ejército, entraron en las tierras de pueblos pacíficos y las arrasaron. ¿Y cuál era el verdadero motivo? Que César se enriqueciese con la venta de un millón de esclavos galos, tantos que de vez en cuando incluso podía permitirse mostrarse generoso y regalar esclavos a aquel enorme e ilegalmente reclutado ejército. Roma se ha visto enriquecida, sí, pero Roma ya es rica gracias a las guerras absolutamente legales y defensivas llevadas a cabo por muchos hombres que ya han muerto y por otros, como nuestro honorable consular Cneo Pompeyo Magno, que se encuentran aquí sentados hoy. ¿Cuál era el verdadero motivo? Convertir a César en un héroe para el pueblo, provocar que esa chusma maleducada y visceral quemase a su hija en nuestro reverenciado Foro Romano y forzar a los magistrados a acceder a que ella fuera depositada en una tumba del Campo de Marte, entre los héroes de Roma. Y digo esto sin intención de insultar en modo alguno al honorable consular Cneo Pompeyo Magno, pues ella era su esposa. Pero el hecho sigue siendo que Cayo César provocó aquella reacción en el pueblo, y fue por Cayo César por quien lo hicieron.


Yo digo que ya va siendo hora de que este augusto cuerpo ponga fin a la carrera de ese hombre, Cayo Julio César . Un hombre cuya familia y relaciones son tan altas que verdaderamente se considera a si mismo por encima de la ley, por encima de los dogmas de la mos maiorum. Es otro Lucio Cornelio Sila. Tiene el derecho por nacimiento, la inteligencia y la habilidad de hacer posible cualquier cosa que desee. Bien, todos nosotros sabemos lo que le ocurrió a Sila. Y también lo que le ocurrió a Roma bajo el poder de Sila. Se tardó más de dos décadas en reparar el daño causado por Sila, las vidas que quitó, las indignidades que nos infligió, el grado de autocracia que acumuló para si mismo y que utilizó sin piedad.


Yo no digo que Cayo Julio César haya seguido deliberadamente el modelo de Lucio Cornelio Sila. No creo que ésta sea la manera de pensar de los hombres de esas increiblemente antiguas familias patricias. Pienso que se creen que están un poco por debajo de los dioses a los que sinceramente veneran, y que, si se les permite desmandarse, nada queda fuera del alcance de su temeridad o de sus ideas acerca de a qué tienen derecho. Todos sabéis que Cayo César espera presentarse como candidato para el consulado in absentia. Para ello tiene que cruzar el pomerium y entrar en la ciudad para presentar su candidatura, y en el momento en que haga eso abandona su imperium. Momento en el cual algunos de los que estamos aquí hoy y yo mismo presentaremos acusaciones contra él por las muchas acciones que ha emprendido sin autorización. ¡ Son acusaciones de traición, padres conscriptos! Reclutar legiones sin autorización, invadir las tierras de pueblos no beligerantes, otorgar nuestra ciudadanía a hombres que no tenían derecho a ella, fundar colonias con esos mismos hombres y llamarlos romanos, asesinar a embajadores que acudieron a él de buena fe. ¡Todas esas actividades son delitos de traición! César tendrá que someterse a juicio bajo muchas acusaciones, y se le declarará culpable. Porque los tribunales serán especiales y habrá más soldados en el Foro Romano que los que Cneo Pompeyo puso allí durante el juicio de Milón. No escapará a su justo castigo. Todos sabéis eso. Así que pensadlo con detenimiento.



Voy a proponer una moción para despojar a Cayo Julio César de su imperium, de sus provincias y de su ejército, y lo haré per discessionem, por división de la Cámara. Además, propongo que a Cayo César se le despoje de toda su autoridad proconsular, de su imperium y de sus derechos en el mismo día de hoy, las calendas de marzo, en el año del consulado de Lucio Emilio Lépido Paulo y Cayo Claudio Marcelo.

( Basado en el párrafo de C. McC) 


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