(...) El agraviado no olvida nunca la
injusticia y lleva siempre delante su resentimiento.
(...) El magistrado es la ley hablando,
y la ley es un magistrado mudo.
(...) El que seduce a un juez con el
prestigio de su elocuencia, me parece más culpable que el que lo corrompe con
dinero.
(...) ¿En qué consiste la sabiduría del juez?. En estimar
bien no sólo lo que puede, sino lo que debe hacer; en recordar no sólo lo que
le está permitido, sino también los límites de sus facultades.
(...) Esta máxima nos legaron nuestros
mayores como garantía de la equidad en los juicios: si el delito existe,
castigarlo sin odio; si no existe, no sospecharlo.
(...) No puede juzgar con severidad
quien no quiera para sí jueces severos.
(...) Quien no impide el mal, lo
favorece
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