jueves, 5 de febrero de 2015

SERVILIA Y CÉSAR


Servilia le estaba esperando, aunque era demasiado sensata como para reprocharle a César la tardanza y demasiado pragmática para esperar que se disculpase. Si el mundo pertenecía a los hombres -y así era-, resultaba indudable que pertenecía a César más que a ningún otro.

 

Durante un rato no intercambiaron palabra alguna. Primero vinieron algunos besos lujuriosos y lánguidos; luego una escena en la cama entre suspiros, el uno en los brazos del otro, liberados de la ropa y de todo cuidado. Servilia era tan deliciosa, tan inteligente e ilimitada en sus atenciones, tan inventiva. Y él era tan perfecto, tan receptivo, tan certero y tan poderoso en sus caricias. Así, absolutamente satisfechos el uno con el otro y fascinados por el hecho de que la familiaridad no había dado origen al tedio sino a un placer adicional, César y Servilia se olvidaron de sus respectivos mundos hasta que el nivel del agua del cronómetro bajó, lo que significaba que había transcurrido mucho tiempo.


( C. McC. )


No hay comentarios:

Publicar un comentario