domingo, 5 de julio de 2015

LA MUJER ROMANA

A diferencia de los otros pueblos de la Antigüedad, las mujeres romanas disfrutaron de un amplio reconocimiento y consideración dentro de la familia y la sociedad.
Es innegable que la mujer romana, aun la nacida en condición de libre, vivió prohibiciones dentro de la vida pública y política en razón de estar sometida a la potestad de su padre, a la ‘manus’ de su marido y a la tutela especial (‘tutelae mullieris’) en algunos casos.
Aun y cuando la educación que recibían las niñas no era la misma que la de los varones, hubo mujeres que adquirieron un alto nivel cultural gracias a los preceptores particulares que se contrataban en las casas de las familias aristocráticas.
En el aspecto doméstico, la ‘domina’, o mujer casada, ocupaba un lugar fundamental como madre de familia, organizando y dirigiendo las labores domésticas. En la vida social participaban activamente y era común verlas acompañar a sus maridos a importantes banquetes, espectáculos, festividades y ceremonias oficiales, independientemente de la influencia que llegaban a tener sobre las decisiones y negocios de sus maridos.
En el terreno jurídico, la posición de la mujer estuvo en un plano inferior al del hombre, con claras restricciones en el ejercicio de la patria potestad y la adopción; no podía obligarse, no podía fungir como tutora, no podía demandar ni representar en juicio, así como tampoco ser testigo en actos formales.
Fueron muchas también las madres romanas que quedaron viudas y que a pesar de ello educaron con gran firmeza sus hijos varones. El importante vínculo que unía a un romano con su madre era la única relación de confianza que llegaba a mantener con el mundo femenino.

Otras mujeres de la familia también cumplían un rol importante, como el caso de las abuelas, personajes fundamentales en la formación de los nietos, lo mismo que las hermanas del ‘paterfamilias’, mujeres muy activas en la vida familiar.





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