domingo, 23 de septiembre de 2018

SILA DEFINE LA IDEA DE ROMA AL EMBAJADOR PARTO OROBAZUS



 

OROBAZUS.- ¿Cómo es que Roma se ha engrandecido tanto si no la gobierna un rey?. Es comprensible entre los griegos, que nunca fueron grandes por no tener un gran rey y se escindieron en una miriada de pequeños estados que se enfrentaron unos a otros. Roma, por el contrario, actúa como si tuviera un gran rey. ¿Cómo no teniendo rey habéis adquirido tanto poder, Lucio Cornelio?

 

LUCIO CORNELIO SILA.- Roma es nuestro rey, señor Orobazus, aunque la nombremos con una forma femenina y digamos «ella». Los griegos se supeditaban a un ideal, vosotros os subordináis todos a un hombre, vuestro rey, pero los romanos nos subordinamos a Roma y sólo a Roma. Nosotros no doblamos la rodilla ante ningún ser humano, señor Orobazus, del mismo modo que no nos doblegamos ante ningún ideal abstracto. Roma es nuestro dios, nuestro rey, nuestra vida. Y aunque todos los romanos se esfuerzan por acrecentar su reputación y ser más grandes ante sus compatriotas, en último extremo todo va dirigido a acrecentar Roma y a la grandeza de Roma. Nosotros, señor Orobazus, adoramos un lugar, no a un hombre. No un ideal. Los hombres pasan por la tierra en un vuelo, y los ideales se esfuman conforme soplan los vientos filosóficos, pero un lugar es eterno mientras los que viven en él lo amen, lo cuiden y lo engrandezcan. Yo, Lucio Cornelio Sila, soy un gran romano, pero al final de mi vida todo lo que haya hecho será para engrandecer el poder y la majestad de donde he nacido: Roma. Hoy estoy aquí, no por cuenta propia, ni por cuenta de otro hombre, sino por cuenta de ¡Roma! Si firmamos un tratado, quedará depositado en el templo de Júpiter Feretrius, el más antiguo de Roma, y allí se conservará sin que sea mío ni siquiera lleve mi nombre. Un legado para la grandeza de Roma. En mi calidad de enviado especial por encargo del Senado y Pueblo de Roma, aquí yo represento y yo soy Roma, señor Orobazus, igual que todo aquel que se llame romano. Roma es un cortejo que se remonta a mil años, en tiempos en que un huido de Troya llamado Eneas puso pie en las playas del Lacio, originando una raza que fundó hace seiscientos sesenta y dos años un lugar llamado Roma. Durante un tiempo, esa Roma fue gobernada por reyes, hasta que los romanos repudiaron el concepto de que un hombre pueda ser más poderoso que el lugar que le ha visto nacer. No hay ningún romano más grande que Roma. Roma es el crisol de los grandes hombres. Pero lo que son y lo que hacen es para gloria de ella, son su contribución a ese cortejo que continúa. Y yo os digo, señor Orobazus, que Roma perdurará mientras los romanos la quieran más que a sí mismos, más que a sus hijos y más que a su propia fama y triunfos. Mientras los romanos quieran más a Roma que a un ideal o a un solo hombre.

 

OROBAZUS.- Pero el rey es la encarnación de todo eso que decís, Lucio Cornelio.

 

LUCIO CORNELIO SILA.- Un rey no puede serlo. A un rey, lo primero que le importa es él mismo, y se cree más cerca de los dioses que ningún otro hombre. Hay reyes que se creen dioses. Simple egoísmo, señor Orobazus. Los reyes se aprovechan de sus países; Roma se engrandece con los romanos.



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