Cayo
o Gayo Trebacio Testa a (m. ca. 4) nacido probablemente en Velia, Lucania,
fue uno de los abogados más prominentes de su época. Amigo de Cicerón, fue
recomendado por éste a César, quien lo acogió en la Galia como consejero legal
y jefe de la oficina de comunicaciones. Apoyó a César en la guerra civil y tras
su asesinato pasó al bando de Octavio (futuro Augusto), quien tuvo en gran
estima a Trebacio hasta que éste falleció en el 4 d. C. Escribió varias obras
relativas al Derecho romano, pero ninguna se ha conservado.
Cayo
Trebacio Testa, como todo niño romano acomodado, debió crecer al cargo de un
pedagogo que le instruía. Posiblemente a la edad de los 20-25 años debió de
iniciar sus estudios en retórica y derecho (como hacían todos los nobles
romanos), pasando a estar bajo la enseñanza de Quinto Cornelio Máximo. A lo
largo de toda su vida no mostró gran interés en participar directamente en el
terreno político, aunque sí estaba muy interesado en la política en general.
Mantuvo
siempre cierta independencia en el terreno del cursus honorum que no le
incomodó, sin embargo, a la hora de establecer estrechas relaciones con los personajes
más eminentes de su época, como Julio César, Cicerón o Augusto. La renuncia a
seguir una carrera política pudo deberse a su conversión al epicureísmo,
doctrina que profesaba abiertamente y que defendía el distanciamiento de la
vida personal de la pública. Ese epicureísmo debió de ser "a la
romana", ya que no impidió a Trebacio ostentar ciertos puestos de
relevancia bajo César, rechazando, eso sí, el puesto de tribuno que éste le
ofrecía (54 a.C).6
En el
año 54 a. C., Cicerón recomendó a Trebacio ante César como jurista honesto,
modesto y dotado de profundos conocimientos en el campo del ius civile. Se
unió entonces a César en la Galia, donde se le ofreció el puesto de tribuno
militar, cargo que rechazó. Durante su estancia en la Galia, Trebacio mostró
poco interés por las cuestiones militares, por lo que parece que César, al
tiempo que confirmó su posición como jefe de su oficina de comunicación, le
garantizó que estaría exento de servicio.
Ese desinterés por los asuntos
militares lo disuadió de seguir a César a Britania, por lo que era blanco de
las burlas de sus compañeros. Más tarde pudo disfrutar de los favores de César,
con quien mantenía una gran confianza, permaneciendo fiel al dictador durante
la guerra civil.
Llegó a ser incluso intermediario entre César y Cicerón, con
quien mantenía una estrecha amistad. Acerca de la confianza que mantenía con
César es importante la anécdota, referida por Suetonio, en la que el general
habría mostrado una gran arrogancia y falta de respeto hacia una delegación del
Senado romano que venía a honrarlo cerca del Templo de Venus Genetrix,
recibiéndola sin siquiera ponerse de pie. Trebacio, no estando de acuerdo con
la acción, miró a César como exhortándole a levantarse, cosa que éste intuyó,
lanzándole una mirada de reproche. Tanta confianza mantenía César en él que es
posible que hubiera sido el jefe del proyecto codificatorio de César si la
muerte de éste no hubiera truncado el proyecto.
Trebacio
continuó al lado de Augusto tras la muerte de César, aunque la colaboración con
el futuro emperador, siempre desde la independencia personal, no fue nunca
permanente, como lo había sido con su padre adoptivo.
Desde finales de la
década de los años 30 a. C. existió un acercamiento entre ellos que coincide con
el distanciamiento de su discípulo Marco Antistio Labeón, firme opositor de
Augusto, siendo posible que el emperador distinguiera a Trebacio con el ius
publice respondendi. Conforme se indica en las Instituciones , Trebacio jugó un
papel esencial en la admisión de los codicilos como parte de las disposiciones
mortis causa válidas, aún externas y posteriores al testamento.
Efectivamente,
anteriormente la regla era que las disposiciones mortis causa debían hacerse en
un único acto, por el que se disponía de la totalidad de los bienes y se
instuía heredero; con motivo de la disputa de la viabilidad jurídica de un
codicilo de Lucio Cornelio Léntulo Crus en que se formalizaba un fideicomiso, y
por orden de Augusto, se formó un grupo de estudio del que formó parte
Trebacio, concluyéndose que al ser los codicilos actos que no requerían de las
formalidades del testamento permitían a los ciudadanos de Roma que se
encontraran impedidos para hacerlo (como en el caso del ejemplo, por viaje en
el extranjero) que dispusieran válidamente sus últimas voluntades, por lo que
debían ser aceptables.
Cicerón
era un claro defensor del papel central que poseía la retórica en la educación
de los hombres cultos romanos. Cuando Trebacio se encontró un manuscrito de
Aristóteles que no entendió, ya fuera por la complejidad del estilo o por la
dificultad del tema, pidió ayuda al orador, lo que originó que éste redactara
su Topica. De todo ello se puede desprender que Trebacio solamente poseía los
conocimientos retóricos imprescindibles para ejercer su profesión, aunque
alguno de sus contemporáneos dijo que era un abogado bastante elocuente.
Trebacio,
además, profesaba abiertamente el epicureísmo, lo que pudo influir en su
trabajo.1 Cuando Augusto preguntó a los juristas, entre los que se encontraba
Trebacio, la legalidad de hacer uso de los codicilos de Léntulo, Trebacio
persuadió al emperador de que el codicillorum usus era utilísimo y necesario
para el pueblo, de donde se desprende la idea epicúrea de que la
interdependencia de lo útil y lo necesario es la base del Derecho.
Es
bien sabido que Cayo Trebacio Testa escribió numerosas obras de índole
jurídica, aunque, desgraciadamente, ninguna ha llegado hasta nosotros. Es de
señalar que escribió, y eso se tiene por bastante seguro, un mínimo de diez
libros sobre el Derecho religioso y un número similar sobre Derecho civil, pero
no está tan claro que escribiera una colección de responsa, algunos libri
epistolarum y una monografía poco extensa sobre el Derecho público.
El
hecho de que el pensamiento de Trebacio no calara demasiado entre sus
contemporáneos y de que su obra jurídica no fuera tan bien trabada, compacta y
de tanta envergadura como la de su discípulo Labeón pudo hacer que no fuera
tomada muy en cuenta por las generaciones posteriores de juristas y se perdiera
para la Historia. No obstante, Trebacio fue mucho más influyente por su
pensamiento que por su obra: de hecho, se conserva un dictamen suyo relativo al
divorcio de Cicerón y Terencia, mujer de este último.
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