domingo, 22 de julio de 2018

INFIDELIDADES DE LAS ARISTÓCRATAS ROMANAS



El problema de las mujeres de buena parte de la nobleza romana estribaba en que no sabían en qué ocupar el tiempo. Tenían nodrizas para los niños, celebraban  fiestas con sus amistades en las que casi todo se reducía a un chismorreo continuo, apenas no se las veían sentarse a un telar, y tenían la cabeza demasiado vacía para solazarse en la lectura. Además, a la mayoría las tenía sin cuidado el marido porque habían hecho un matrimonio de conveniencia debido a que el padre necesitaba más apoyos políticos o el esposo la dote del apellido noble que ellas aportaban, y ese marido en la mayor parte de las veces les doblaba o triplicaba en edad. Apenas el esposo estaba un año fuera de casa en la campaña militar de turno, que ya de pronto están decididas a engañarle en sus necesidades sexuales, aunque fuera con los esclavos. Al fin y al cabo, en asuntos de amor o de infidelidades podían elegir, pero ¿en qué otras facetas podían hacer hacer lo mismo?. Las más prudentes se contentaban con recurrir a esclavos, pero las más tontas se enamoraban de cualquiera con la que perdían la cabeza, y no por ello dejaban de ser caprichosas, o depravadas, según les conviniera, y que con ello se buscaran su propia perdición o repudio en cuanto se enteraba el marido o el padre. Se sentían romanas de alta alcurnia, y por tanto, muy superiores al resto de las mujeres y demás mortales que no estuvieran a su nivel social.














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