domingo, 22 de julio de 2018

OVACIÓN VERSUS DESFILE TRIUNFAL


La diferencia de obtener una ovación, en vez de un triunfo era debido a la naturaleza del rival vencido, que por ejemplo cuando se  trataban de civiles o esclavos sublevados contra Roma no tenían categoría de ejército de nación enemiga; las guerras civiles y las guerras serviles recibían rango especial en el código militar romano. Ser encargado por el Senado para aplastar una sublevación civil no era menos honroso y esforzado que enfrentarse a un ejército enemigo, pero al general no se le otorgaba el derecho a reclamar un triunfo. 


El triunfo era el modo de mostrar al pueblo romano las ganancias de la guerra: los prisioneros, el dinero requisado, el botín de todo tipo, desde clavos de oro arrancados de las puertas de algún monarca, hasta cargamentos de canela e incienso; porque todo lo pillado enriquecía las arcas romanas, y el pueblo podía ver con sus propios ojos lo beneficiosa que era una guerra si se era romano. Es decir, si se era romano y se ganaba. Pero en las rebeliones civiles y de esclavos no había ganancias; sólo pérdidas. Las propiedades que caían en manos del enemigo y que se recuperaban tenían que devolverse a sus dueños y el Estado no podía exigirles un porcentaje.


Así hubo que inventar la ovación, que, como el triunfo, la constituía un desfile sobre el mismo itinerario. Sin embargo, el general no iba montado en el antiguo carro triunfal, no se pintaba de púrpura la cara ni llevaba el ropaje triunfal; no sonaban trompetas, únicamente el gorjeo menos emotivo de las flautas, y, en lugar de un toro, el Gran Dios Júpiter Optimo Máximo recibía una oveja en sacrificio, compartiendo con el general una ceremonia de calidad inferior.




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