domingo, 8 de julio de 2018

DISCURSO DE CAYO JULIO CÉSAR ANTE LA CONGREGACIÓN DE LOS LÍDERES GALOS



 
No tengo intención de dar demasiadas explicaciones sobre el fatal destino de los nervios porque todos vosotros estáis al corriente de lo que ocurrió. ¿Por qué luchar contra lo inevitable? ¡Preguntaos a vosotros mismos quién es el auténtico enemigo! ¿Es Roma o son los germanos? La presencia de Roma en la Galia Comata debe servir para vuestro bien último. La presencia de Roma asegurará que podáis conservar vuestras costumbres y tradiciones galas. La presencia de Roma mantendrá a los germanos en la orilla del Rin que les corresponde. ¡Yo, Cayo Julio César, os he garantizado siempre que combatiría con los germanos en favor vuestro en todos los tratados que he hecho con vosotros! Porque vosotros no podéis mantener a raya a los germanos sin la ayuda de Roma. Y si dudáis de eso, preguntad a los delegados de los secuanos.

 

El rey Ariovisto de los suevos los convenció para que le dejaran asentarse en un tercio de sus tierras. Como querían la paz, los suevos decidieron que dar su consentimiento era un gesto de amistad. ¡Pero si a los germanos les dais la punta del dedo, ellos acabarán por cogeros no sólo el brazo entero, sino todo vuestro país! ¿Acaso los carducos creen que su sino no será el mismo porque ellos limitan con los aquitanos al sudoeste? ¡Pues lo será! ¡Fijaos bien en lo que os digo, lo será! ¡A menos que todos vosotros aceptéis y deis la bienvenida a la presencia de Roma, lo será!

 

¿La diferencia de que la Galia esté bajo la órbita de Roma entre nosotros los romanos y los germanos? ¡Pero si hay enormes diferencias! El hecho de que yo esté ahora aquí de pie hablando en vuestra lengua es una de ellas. Cuando vine a la Galia Comata yo hablaba eduo, arverno y voconciano. Desde entonces me he tomado la molestia de aprender el idioma de los druidas, el atrebate y algunos otros dialectos. Sí, tengo buen oído para los idiomas, eso es cierto. Pero soy romano, y entiendo que si los hombres pueden comunicarse entre si directamente se evitan el riesgo de que los intérpretes puedan distorsionar lo que se dice. Y sin embargo no le he pedido a ninguno de vosotros que aprenda a hablar latín. Mientras que los germanos os obligarían a hablar sus lenguas, y con el tiempo todos acabaríais por perder las vuestras propias.

 

Tenéis que confiar en nosotros los romanos y no en los germanos, porque nosotros somos civilizados, mientras que los pueblos allende del Rhin son bárbaros. Vosotros los galos debéis acostumbraros y resignaros a alguna presencia extranjera. El mundo se está haciendo cada vez más pequeño. Ha estado haciéndose pequeño desde que los griegos y los pueblos púnicos se esparcieron por toda la orilla de ese mar que ahora Roma llama Mare Nostrum. Luego entró Roma en escena. Los griegos nunca estuvieron unidos como una nación. Grecia estaba formada por muchas naciones pequeñas y, como vosotros, se dedicaron a luchar unos con otros hasta que agotaron al país. En un tiempo Roma también fue una ciudad estado, pero poco a poco reunió a toda Italia bajo su dominio como una sola nación. Roma es Italia.


 Pero la dominación de Roma en Italia no depende de la solitaria figura de un rey. Toda Italia vota para elegir a los magistrados de Roma. Toda Italia participa en Roma. Toda Italia proporciona los soldados de Roma. Porque Roma es Italia. Y Roma crece. Toda la Galia Cisalpina al sur del río Po es ahora parte de Italia, elige a los magistrados de Roma. Y pronto toda la Galia Cisalpina al norte del río Po será romana también, porque yo he hecho esa promesa. Yo creo en la unidad. Yo creo que la unidad es la fuerza. Y querría darle a la Galia Comata la unidad de una verdadera nación. Ése sería el regalo de Roma. Los germanos no aportan regalos dignos de ser aceptados. Si la Galia Comata perteneciera a los germanos, iría hacia atrás. Ellos no tienen sistemas de gobierno, ni sistemas de comercio, ni sistemas que permitan a un pueblo apoyarse en un único gobierno central.

 

Pensad en la condición del mundo que se está empequeñeciendo. Considerad el lugar que la Galia Comata tendrá en ese mundo que se hace pequeño si se adhiere a Roma en lugar de aliarse con los germanos o enzarzarse en disensiones internas entre sus pueblos. Yo no quiero pelear contra vosotros, que no es lo mismo que no estar dispuesto a luchar. Después de cinco años en que Roma ha estado encarnada en la persona de Cayo Julio César, eso vosotros, nobles galos, lo sabéis. Roma unifica. Roma trae consigo su ciudadanía. Roma trae mejoras en la vida local. Roma trae paz y abundancia. Roma trae oportunidades para los negocios, un sistema de comercio, nuevas ocasiones para que las industrias locales vendan sus productos por todos los lugares del mundo donde llega Roma. Por ejemplo, los arvernos hacéis la mejor cerámica de la Galia Comata. Como parte del mundo de Roma, vuestras cerámicas irían mucho más allá de Britania. Con las legiones de Roma vigilando las fronteras de la Galia Comata, los arvernos podrían expandir sus negocios y aumentar sus riquezas sin temor a las invasiones, al pillaje... y a la violación.

 

¿Qué les pasó a los atuatucos? ¿Y a los eburones? ¿Y a los morimos? ¿Y a los nervios? ¡Pillaje! ¡Esclavitud! ¡Violación!. Todos esos pueblos tuvieron su oportunidad pero quebrantaron sus tratados con Roma, y con ello prefirieron la guerra a la sumisión. La sumisión les hubiera costado poco. Un tributo, a cambio de una paz garantizada. A cambio de no tener ningún ataque más de los germanos. A cambio de un estilo de vida más fácil, más fructífero. ¡Seguirían adorando a sus propios dioses, seguirían poseyendo sus tierras, seguirían siendo hombres libres, seguirían viviendo, pero bajo dominación de Roma, que ése es el precio que hay que pagar, nobles galos. La mano ligera de los romanos sobre las riendas de la Galia, o la mano dura de los germanos. Ésa es la elección. 


El aislamiento se acabó. La Galia Comata ha entrado a formar parte del Mare Nostrum. Todos vosotros tenéis que comprender eso. Las cosas no pueden volver atrás. Roma está aquí. Y Roma se quedará. Porque Roma también debe mantener a los germanos al otro lado del Rin. Hace más de cincuenta años la Galia Comata fue dividida de punta a punta por tres cuartos de millón de germanos. Lo único que vosotros pudisteis hacer fue sufrir su presencia. Tuvo que ser Roma en la persona de Cayo Mario quien os salvó entonces. Y es Roma, en la persona del sobrino de Cayo Mario, que soy yo mismo, quien os salvará ahora. ¡Aceptad la presencia continuada de Roma, os lo suplico con la mayor seriedad! Si aceptáis a Roma, en realidad pocas cosas cambiarán. Preguntad a cualquiera de las tribus galas de nuestra Provenza: los volcos, los voconcios, los helvios, los alóbroges. No son menos galos por ser romanos. Viven en paz, prosperan enormemente.

 

No penséis en rebelaros contra Roma, como propone el príncipe Vercintegórix. ¿Cómo es posible que algunos de vosotros tengáis esperanzas de ganar si os rebeláis, nobles galos?. ¡Vosotros sólo sois un puñado, nada más! ¡Roma es un farol gigantesco! ¡Los pueblos con los que os habéis topado hasta ahora han sido pueblos mansos, estúpidos, cobardes! ¡Hay más guerreros en la Galia Comata que en toda Italia y toda la Galia Cisalpina juntas! ¡Cuatro millones de celtas, dos millones de belgas!. Los romanos somos menos que vosotros, unos tres millones.Pero los números no tienen importancia porque Roma posee tres cosas que ni los celtas ni los belgas poseen: organización, tecnología y la capacidad de utilizar sus recursos con completa eficacia.

 

Sed sensatos y no penséis en rebelaros contra Roma, nobles galos. Sabed que he pedido refuerzos. Cuatro legiones más. Eso hace un total de veinticuatro mil hombres. Los tendré en el campo y listos para luchar cuatro meses después del comienzo del proceso de alistamiento. Todos llevarán camisas de cota de malla, tendrán dagas y espadas soberbias colgando de sus cintos, cascos en la cabeza y pila en las manos. Conocerán las maniobras y las rutinas tan bien que podrían realizarlas dormidos. Tendrán artillería. Sabrán construir maquinaria de asedio, sabrán fortificar. Serán capaces de marchar un mínimo de cincuenta kilómetros al día durante días y días. Los mandarán centuriones brillantes. Vendrán deseando odiaros a vosotros y a todos los demás galos... y si los empujáis a la lucha, os odiarán.

 

No intentéis rebelaros contra Roma, nobles galos, porque pronto tendré una quinta, una sexta, una séptima, una octava, una novena, una décima, una undécima, una duodécima, una decimotercera, una decimocuarta, y una decimoquinta legiones. Un ejército romano muy poderoso repartido por toda la Galia Comata. ¡Cincuenta y cuatro mil soldados de a pie! ¡Y a eso añádele cuatro mil soldados de caballería de los eduos y de los remos!

 

Desde luego que ya os he dicho el potencial de mi ejército, pero no te creáis que soy tan tonto, teniendo vosotros cinco veces más guerreros que yo. Sencillamente ha sido una advertencia. Os pido que seáis sensatos y prudentes. ¡No podéis ganar! ¿Para qué intentarlo? ¿Para qué matar a la flor y nata de vuestros hombres en una causa perdida? ¿Para qué dejar a vuestras mujeres desamparadas y vuestras tierras tan vacías que me veré obligado a instalar en ellas a mis veteranos romanos para que se casen con vuestras mujeres y engendren hijos romanos?

 

¡Este año será de total desgaste si os rebeláis y os atrevéis a ponerme a prueba, os lo digo muy seriamente! ¡Opóneos a mí en el campo de batalla y caeréis y seguiréis hundiéndoos! ¡A mi no se me puede derrotar! ¡A Roma no se la puede derrotar! ¡Nuestros recursos en Italia, y la eficacia con la que podemos disponer de ellos, son tan enormes que puedo reponer cualquier pérdida que pueda sufrir en un abrir y cerrar de ojos! ¡Si así lo deseo, puedo multiplicar por dos esos cincuenta y cuatro mil hombres en poco tiempo! ¡Y equiparlos por completo! ¡Estáis advertidos, hacedme caso! ¡Os he puesto al corriente de todo esto no para que os sirva hoy, sino para el futuro! ¡La organización romana, la tecnología romana y los recursos romanos por si solos serán suficientes para veros caer! ¡Y no pongáis vuestras esperanzas en el día en que Roma envíe a un gobernador menos competente a la Galia Comata! ¡Porque para cuando llegue ese día, los que os rebéleis contra mí ya no existiréis! ¡César os habrá reducido a minas a los rebeldes y a todos sus cómplices!. Os lo he dejado todo lo suficiente claro.




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