domingo, 1 de julio de 2018

ASESINATO Y FUNERALES DE VIRIATO



Viriato envió a sus amigos mas fieles, Audax, Ditalcon y Minuro, a Cepión para negociar los acuerdos de paz. Estos, sobornados por Cepión con grandes regalos y muchas promesas, le dieron su palabra de matar a Viriato. Y lo llevaron a cabo de la manera siguiente. Viriato, debido a sus trabajos y preocupaciones, dormía muy poco y las más de las veces descansaba armado para estar dispuesto a todo de inmediato, en caso de ser despertado. Por este motivo, le estaba permitido a sus amigos visitarle durante la noche. Gracias a esta costumbre, también en esta ocasión los socios de Audax aguardándole, penetraron de muerte en el cuello que era el único lugar no protegido por la armadura. Sin que nadie se percatara de lo ocurrido a causa de lo certero del golpe, escaparon al lado de Cepión y reclamaron la recompensa.

 

 Este en ese mismo momento les permitió disfrutar sin miedo de lo que poseían, pero en lo tocante a sus demandas los envió a Roma. Los servidores de Viriato y el resto del ejército, al hacerse de día, creyendo que estaba descansando, se extrañaron a causa de su descanso desacostumbradamente largo y, finalmente, algunos descubrieron que estaba muerto con sus armas. Al punto los lamentos y el pesar se extendieron por todo el campamento, llenos todos de dolor por el y temerosos por su seguridad personal al considerar en que clase de riesgos estaban inmersos y de que general habían sido privados. Y lo que mas les afligía era el hecho de no haber encontrado a los autores.

 

Tras haber engalanado espléndidamente el cadáver de Viriato, lo quemaron sobre una pira muy elevada y ofrecieron muchos sacrificios en su honor. La infantería y la caballería corriendo a su alrededor por escuadrones con todo su armamento prorrumpía en alabanzas al modo bárbaro y todos permanecieron en torno al fuego hasta que se extinguió. Una vez concluido el funeral, celebraron combates individuales junto a su tumba. Tan grande fue la nostalgia que de el dejó tras si Viriato, un hombre que aun siendo bárbaro, estuvo provisto de las cualidades mas elevadas de un general; era el primero de todos en arrostrar el peligro y el mas justo a la hora de repartir el botín. Pues jamás acepto tomar la porción mayor aunque se lo pidieran en todas las ocasiones, e incluso aquello que tomaba lo repartía entre los mas valientes. Gracias a ello tuvo un ejercito con gente de diversa procedencia sin conocer en los ocho años de esta guerra ninguna sedición, obediente siempre y absolutamente dispuesto a arrostrar los peligros, tarea esta dificilísima y jamás conseguida fácilmente por ningún general.


( Apiano en "Iberia" )


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