¿Mas cómo podemos perdonar la indiferente
negligencia del mundo pagano y filosófico, pese a lo que le fue mostrado, no a
su entendimiento, sino a sus sentidos? Durante la época de Cristo y sus
apóstoles, y sus dos primeros discípulos, la doctrina que ellos profesaban era
confirmada por innumerables prodigios: los cojos caminaban, los ciegos veían,
los enfermos eran curados, los muertos resucitaban, los demonios eran
exorcizados y las leyes de la Naturaleza eran frecuentemente suspendidas en
beneficio de la Iglesia. Y aun así, los sabios de Roma y de Grecia se
desinteresaban de este increíble espectáculo y, prosiguiendo con sus
ocupaciones normales de vida y estudio, parecían ignorar todas aquellas
alteraciones de la moral y del gobierno material del mundo. Durante el
principado de Tiberio, el mundo entero, o por lo menos una celebrada provincia
del Imperio romano, estuvo envuelta en una oscuridad sobrenatural, y sin
embargo, este evento milagroso, que debiera haber despertado la curiosidad y la
devoción de toda la humanidad, pasó sin pena ni gloria en una época de ciencia
y de historia. Aconteció durante la vida de Séneca y de Plinio el Viejo, que
deberían de haber experimentado los efectos inmediatos, o haber recibido la
información más privilegiada del prodigio. Cualquiera de estos filósofos
recogieron detalladamente los más diversos fenómenos de la naturaleza y del
clima: terremotos, tormentas, cometas o eclipses, eventos que su curiosidad
infatigable no dejó de recopilar. Aun así, ambos omitieron cualquier mención al
mayor fenómeno que todo mortal de este mundo desde la Creación jamás haya
podido observar.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
domingo, 22 de julio de 2018
EDWARD GIBBON DICE SOBRE EL CRISTIANISMO EN EL IMPERIO ROMANO
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