La crisis asola a nuestra ciudad del mismo modo que sucedió durante los últimos días de Cayo Graco. En aquella ocasión, cuando Marco Fulvio y él recurrieron a la violencia como único medio para conseguir sus inicuos fines, se celebró un debate en esta cámara a propósito de si Roma necesitaba un dictador que se enfrentara a aquella aguda crisis, por breve que fuese. El resto es historia. La cámara rechazó nombrar un dictador y lo que hizo fue aprobar lo que podemos denominar una medida extrema: el Senatus consultum de republica defendenda por el que otorgaba a sus cónsules y magistrados potestad para defender la soberanía del Estado con los medios que se juzgaran necesarios, inmunizándolos de antemano contra cualquier procesamiento o veto tribunicio.
Cayo Mario, como podéis ver,
quedo facultado por los miembros de esta cámara para instaros a que, como
primer cónsul, defendáis la soberanía de nuestro Estado de la forma que
estiméis adecuada o imprescindible. Declaro, además, en nombre de la cámara, que
quedáis exento del veto tribunicio y que nada de lo que ordenéis se os
reprochará ante ningún tribunal. A condición de que actúen siguiendo vuestras
indicaciones, este cometido y la inmunidad quedan ampliados al segundo cónsul
Lucio Valerio Flaco y a todos los pretores. Mas vos, Cayo Mario, quedáis
igualmente facultado para nombrar delegados entre los miembros de esta cámara
que no sean cónsules ni pretores, y a condición de que tales delegados actúen
bajo vuestras órdenes, a ellos también se les amplía el cometido y la
inmunidad. ¡¡Viva Roma!!
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