martes, 23 de diciembre de 2014

LA LEGIÓN ROMANA EN LA BATALLA

 

UNA GUÍA EN CUATRO PASOS

Este momento le llegara a todo legionario durante su periodo de servicio. Finalmente, tras meses o años de entrenamiento, ha llegado el momento de que la legión haga lo que mejor se le da: enfrentarse al enemigo en campo abierto. Este será uno de los momentos decisivos en la vida del legionario, y no solo porque será también el ultimo si las cosas van mal. Participar en una gran batalla es algo que contarle a los nietos, una oportunidad de quedar inmortalizado para la historia. Cuando en el futuro el nombre de la batalla sea mencionado en su presencia, el legionario alzara la cabeza y dirá: "¿ Esa batalla? La recuerdo. Yo estuve allí".

 

PRIMERA FASE: PRIMEROS DERRAMAMIENTOS DE SANGRE

EXPLORACIÓN

El ejercito romano moderno se toma en serio la tarea de los exploradores, y gracias a ello el general tendrá una idea bastante aproximada de las posiciones del enemigo cuando aun le falten 30 kilómetros o mas para llegar hasta el. Mientras, otras patrullas se encargaran de buscar parajes en los que pueda forzarse al enemigo a presentar batalla. Es posible que el comandante incluso acompañe a los exploradores para inspeccionar el terreno personalmente. (De hecho, el general romano Claudio Marcelo resulto muerto cuando participaba en una de estas partidas de exploración durante la guerra contra Aníbal.)

 

PREPARACIÓN

Es posible que el general también envíe patrullas con la misión expresa de provocar pequeñas escaramuzas con el enemigo para medir su estado de animo. Una vez que haya quedado claro que el enemigo se dispone a presentar batalla, se consideraran las posiciones desde las que este pueda lanzar emboscadas y también las posibilidades de darle alguna sorpresa desagradable por nuestra parte. La tienda del comandante será testigo de un ir y venir constante de mensajeros, oficiales y centuriones que reciben instrucciones para el inminente combate. Los ordenanzas médicos harán acopio de vendas y afilaran unas herramientas extrañas cuya función los legionarios querrían no descubrir nunca.

 

ESCOGIENDO EL MOMENTO JUSTO

En ocasiones, esta tensa situación puede prolongarse durante días, con los dos ejércitos acampados a la vista uno del otro. Puede suceder que uno decida marchar y colocarse en orden de batalla, pero que el otro opte por mantenerse en el campamento. A menudo, estos retrasos resultan inexplicables para los soldados, cuyos nervios estarán ya completamente desquiciados. ¿ Han sido favorables los auspicios? . Es el terreno demasiado favorable para el enemigo? . Esta uno de los dos bandos esperando refuerzos (por favor, que seamos nosotros)?

 

Cuando los soldados pasen revista por la mañana todos los ojos se detendrán sobre la tienda del general, los praetoria. Si en ella ondea una bandera roja, eso significa que el general ha decidido librar batalla ese día, y los legionarios, con su armadura bien bruñida, su espada bien afilada y su escudo bien pulido, saldrán del campamento por la puerta para colocarse en posición. Si el enemigo empieza a reunirse en el lado opuesto, respira hondo y trata de no vomitar el desayuno. La espera ha terminado. Muchos hombres morirán antes de la hora de la cena.

 

LA ARENGA ANTES DE LA BATALLA

Mientras esperas en tu posición, presta atención a la arenga del general. Si puedes oír lo que dice, mala cosa. La arenga del general esta pensada para subir la moral de las tropas. Puesto que su voz solo llegara a una legión, mas o menos, lo mas probable es que la legión a la que se destine sea la que mas necesitada de moral estará durante la carnicería que se avecina.

 

Por ello, desde el punto de vista del legionario lo ideal es que el comandante sea una figura distante, solo visible sobre su caballo a través de varias filas de cascos, y que sus palabras queden reducidas a algunas frases inconexas traídas por rachas ocasionales de viento. Pero no te olvides de dar vítores cuando haya terminado. Que el enemigo crea que estáis de buen animo y que confiáis en el resultado de la batalla.

 

SEGUNDA FASE: PRIMEROS DISPAROS

El legionario no tiene por que comprender la batalla en la que participa. Sin embargo, es conveniente tratar de hacerse una idea de las posiciones de las distintas unidades, porque estas incidirán directamente sobre las posibilidades de seguir vivo cuando se ponga el sol. Si las líneas de infantería auxiliar se colocan en vanguardia para servir como primera oleada de ataque, ese sera un primer signo alentador. Los generales romanos prefieren no malgastar vidas romanas y, si parece posible resolver la papeleta solo con los auxiliares, el comandante intentara jugar esa carta antes que ninguna otra. No olvidemos que, aunque en comparación con las legiones actué como infantería ligera, en relación con el bárbaro medio la infantería auxiliar esta fuertemente armada y profesionalmente entrenada.

 

FORMACIÓN

Si el ejercito adopta una posición defensiva, dándole profundidad a sus líneas, te esperan duros combates. La profundidad en las líneas quiere decir que el general espera que las cohortes se vean sometidas a una fuerte presion, tanto físicamente como en términos de moral. Contrastemos, por ejemplo, dos batallas contra los britanos. En la decisiva batalla librada contra Boudicca -que hasta entonces había vencido en todos los enfrentamientos que había mantenido contra los romanos- las legiones le dieron profundidad a su formación encarando la ladera de una colina y dejando que los britanos cargaran y se estrellaran contra sus líneas. En Mons Grapius, en Caledonia, el ejercito estaba en una posición mucho mas favorable y lanzo a los auxiliares a la carga ladera arriba, sin que los legionarios tuviesen que hacer nada mas que aplaudir su técnica.

 

ESCARAMUZAS

Debido a la gran cantidad de enemigos distintos a los que ha de enfrentarse Roma y a las variaciones introducidas por los distintos generales y por las condiciones del terreno, no podemos decir que exista la batalla típica. No obstante, es tradicional empezar con un intercambio de proyectiles entre las tropas ligeras y con algunas escaramuzas entre las unidades de caballería en los flancos. (Los generales romanos vigilan con atención estas primeras refriegas: en la mayor derrota jamás sufrida por Roma, en la batalla de Cannas, celebrada en el 216 a. C., la caballería romana fue expulsada del campo de batalla, tras lo que los jinetes enemigos dieron la vuelta y cogieron al ejercito romano por la espalda, rodeándolo completamente.)

 

INTERCAMBIO DE FLECHAS

Durante estas primeras fases, aquellos que vayan después a meterse en todo el meollo recibirán ahora una lluvia de flechas como aperitivo. Los arqueros, que estarán a unos 100 o 150 metros de distancia, no apuntan a nadie en particular, y las flechas raramente son letales si mantienes el escudo subido hasta la garganta, pero pueden provocar desagradables heridas en las extremidades desprotegidas. Mantén la cabeza gacha mientras caen las flechas. Es lo mejor para que la flecha que se te iba a meter por un ojo acabe rebotándote en el casco.

 

CABALLERÍA

Si la batalla se libra contra un enemigo que carezca de experiencia enfrentándose a los romanos es posible que intente barrer una cohorte con una feroz carga de caballería. Es ciertamente aterrador observar como cientos de caballos medio enloquecidos se te tiran encima, pero mientras el soldado novato esta pensando en tirarlo todo y salir corriendo, los veteranos estarán dándole gracias a Júpiter por ponerle al enemigo en bandeja. La caballería no tiene nada que hacer contra una unidad de infantería bien disciplinada y que mantenga las filas cerradas, simplemente porque los caballos se negaran a chocar contra ella. Si las filas de infantes mantienen la calma, los caballos acabaran por tascar justo delante de ellos, y podrá comprobarse empíricamente que aquello que decía el instructor, de que una lluvia de pila puede detener en seco una carga de caballería, era rigurosamente cierto.

 

CONTRAMEDIDAS

Ante todo esto, un buen general romano estará pensando en tomar sus propias medidas. Los arqueros se encargaran de hacer retroceder a los arqueros a caballo y a los honderos enemigos, mientras los escorpiones, unas piezas de artillería especialmente puñeteras, entran en acción. Lanzan unos venablos largos y rapidísimos, que tienen la función de bajar la moral del enemigo haciendo una brocheta con aquel de entre sus filas que luzca una armadura especialmente lustrosa y con los tres tipos que tenga detrás. Te garantizo que el resultado final sirve para subirles la moral a los legionarios, aunque también les revuelva un poco las tripas.

 

"TAMBORES DE GUERRA"

El ruido, especialmente el procedente de las líneas enemigas, ira entretanto progresivamente in crescendo. En nuestros días, el sonido del carnix de los celtas siempre sale de una unidad de auxiliares romanos, pero los dacios cuentan con un instrumento similar. Los partos prefieren una especie de tambor que termina siendo mas molesto que un dolor de muelas, mientras que los germanos cantan a capella con su baritus, un áspero canto guerrero amplificado por los escudos que sujetan junto a la boca. Suma todo esto a los gritos con los que cada uno de los combatientes individuales se da ánimos para lanzarse a la carga y, en el caso de ciertos pueblos, como los britanos, a los aullidos de las mujeres animando a sus hombres. Ente todo este escándalo, los romanos prefieren mantenerse taciturnos y en silencio, con la esperanza de que esto pondrá al enemigo todavía mas nervioso. Ocasionalmente, algún centurión dará una orden seca, lo que con un poco de suerte se vera seguido de un grito de dolor cuando una flecha se le clave en el pie (manteniendo la tradición romana de dirigir a las tropas desde la vanguardia, muchos centuriones se colocan en primerísima fila, y entre ellos la tasa de mortalidad es considerablemente mas alta que entre los soldados rasos).

 

TERCERA FASE: EL COMBATE

Es imposible saber cuanto tiempo duraran estos preliminares, pero mas tarde o mas temprano -y por lo general a la primera ocasión- el general dará la señal y las cohortes empezaran a marchar hacia adelante, con el paso lento que precede a la carga contra las apretadas filas de la infantería enemiga.

 

MOVIMIENTOS DE ATAQUE

Es muy habitual que el detonante para iniciar el ataque sea que el enemigo empiece a prepararse para hacer otro tanto y, a no ser que sus tropas sean muy bisoñas, el general romano preferirá golpear al enemigo con una contracarga. Todo esto le resultara muy familiar hasta al mas inexperto de los legionarios, que habrá ensayado tanto cada movimiento que puede hacerlos dormido (y, de hecho, los habrá hecho prácticamente dormido en mas de una ocasión, durante esos días de duro entrenamiento que siguen a una noche de guardia). Como afirmaba el general judío Josefo: "Para los romanos, las batallas son exactamente iguales que la instrucción, pero con mas sangre". Trota, frena, levanta el pilum, dos pasos y tíralo fuerte. No hace falta apuntar a ningún blanco en concreto, si son muchos, seguro que le das a alguien, y si no son muchos de todas formas no tienen nada que hacer. Ahora, espera un poco. Un sonido sibilante recorrerá las filas a medida que cientos de espadas salgan de sus vainas, y entonces... !a la carga!

 

LA CARGA

Entonces es cuando la legión rompe con su silencio y da un poderoso alarido mientras las filas recorren los últimos metros al trote. Como hasta el momento la legión ha avanzado ordenadamente, los romanos golpean sobre el enemigo como un sólido muro de acero. Por su lado, lo mas probable es que el enemigo este algo mas disperso por haber cargado a la carrera, alocadamente, y su vanguardia estará formada por los mas rápidos y por los mas estúpidos (o por los mas rápidos y los mas valientes, como prefieras. En el campo de batalla los dos tipos se comportan de forma muy similar).

 

Por la naturaleza de la carga legionaria, los primeros oponentes en llegar ni siquiera tienen la oportunidad de demostrar sus habilidades con la espada, porque se pegan una costalada contra un escudo sobre el que un legionario apoya todo su peso mientras corre. Si todo va bien, esto manda al héroe en potencia por los suelos, para ser rematado de una rápida estocada gentileza de un legionario de la segunda fila, mientras la cohorte sigue avanzando.

 

ESGRIMA

Cuando las filas enemigas se hagan mas prietas, llegara el momento de emplear las técnicas que aprendimos durante la instrucción. Pégale al enemigo con el escudo en la cara y, si levanta su guardia, lánzale una estocada desde abajo hacia arriba y clávale la espada en la barriga. Recuerda que esto funciona incluso cuando el contrincante lleva una armadura de placas puesta, por el ángulo de la estocada y, porque desde el punto de vista de una espada bien blandida, una cota de malla es poco mas que una colección de agujeros. Gira la espada y tira de ella para extraerla, asegurándote de paso de ampliar aun mas la herida con el filo. Trata de no tropezarte con las tripas de tu victima mientras sigues avanzando.

 

LA MELÉ

Inevitablemente, llegara un momento en que las líneas se aprieten todavía mas, pero mantener un ojo en el hombre que tienes a la izquierda y otro en el que tienes a la derecha forma parte del trabajo del legionario. No te retrases, para poder seguir cubriéndolos -especialmente el hombre a tu izquierda, que puede necesitar que protejas su lado derecho- ni te dejes llevar por tu sed de sangre, adelantándote, para no abandonar la protección que a su vez ellos te proporcionan. Y recuerda que cuando estas luchando casi hombro con hombro con tus camaradas, ponerse a pegar mandobles sin sentido resulta peligroso para todo el mundo, no solo para el enemigo. Mientras sigas avanzando en formación, simplifica con la espada y limítate a lanzar estocadas precisas. Solo si te las apañas para acabar rodeado de enemigos esta permitido que te pongas a pegar espadazos frenéticos en todas direcciones.

 

Y, pase lo que pase, agarra tu espada y tu escudo con firmeza. Si los pierdes, no solo te veras en una situación muy comprometida, sino que además, tras la batalla, tendrás que aguantar un severo interrogatorio por parte del centurión. Ningún soldado quiere que la sospecha de haber tirado su equipo de combate para quitarse de en medio recaiga sobre el. Esta situación es tan embarazosa que se conocen casos de soldados que, habiendo perdido su espada o su escudo, han convencido a sus compañeros para volver a cargar contra las líneas enemigas y así poder recuperarlos.

 

BAJO PRESIÓN

Estar a las puertas de la muerte siempre supone una fuerte inyección de adrenalina y, como por arte de magia, durante los primeros minutos tu espada y tu escudo serán tan ligeros como plumas. No hay nada mejor para sellar el compromiso de un soldado que la primera batalla. En dichas circunstancias es muy probable que cualquiera que trate de ahorrar energías para mas tarde compruebe que para el no hay un "mas tarde". Pero a medida que la batalla entra en una fase mas espesa, si un legionario tuviese tiempo de pararse a pensar, posiblemente pensaría que, al final, eso de estar horas y horas peleándose con un poste de madera con una espada mas pesada de la cuenta había resultado ser una buena idea. De lo contrario, sus brazos estarían ya cansados y caídos (esto ultimo posiblemente desde un punto de vista literal, con ayuda de una espada enemiga).

 

RELEVOS

Si después de cinco o diez minutos de lucha el enemigo aun aguanta, mala señal. Lo normal, con una legión empujando en la dirección opuesta, es que ya hubiera empezado a retroceder. Así, los soldados de la primera fila empezaran a pensar que es el momento de que otro coja su sitio. Un soldado que este herido o completamente agotado tiene la opción de hacer algo que a su oponente no le esta permitido. Adelantando su escudo y girando el cuerpo tras el puede dar un paso a la derecha para que alguien de la segunda fila ocupe su lugar pasándole limpiamente por la izquierda. Lo mas frecuente es que esta operación se haga cuando se produzca una pequeña tregua, y ambos bandos se hayan separado unos cuantos metros. Los que se retiren de la primera fila pueden ahora tomarse su tiempo y comprobar cuanta de la sangre que tienen por todas partes es suya. Un soldado en plena batalla es capaz de sufrir heridas increíblemente graves y no darse cuenta hasta que uno de sus preocupados camaradas le pregunte por ellas.

 

CONTINUACIÓN

Cuando esto ocurre, el soldado debe retroceder por las filas hasta la retaguardia, donde esperaran los médicos, pero si el soldado aun esta mas o menos ileso puede pararse a observar los estandartes de la unidad. Si estos no aparecen por ningún lado, es que la batalla va terriblemente mal. Sin embargo, lo mas probable es que sea posible verlos avanzar poco a poco, en volandas sobre la fuerza irresistible de las armas romanas. Los soldados de las primeras filas enemigas serán, con mucha diferencia, los mejor entrenados, equipados y aleccionados. Una vez que se atraviese ese cascaron será tarea relativamente fácil hacer picadillo a las filas traseras.

 

PERSECUCIÓN

Una vez que la melé haya llegado a su fin y el enemigo este en desbandada, trata por todos los medios de perseguirlo y cortarle la retirada, pero primero echa un vistazo a tu alrededor. Una victoria parcial no significa que la batalla este ganada. Antes de ponerte a correr rompiendo la formación presta atención a los toques de corneta, que pueden estarte diciendo, por ejemplo, que la caballería enemiga se dispone a formar para cargar sobre tu flanco. En general, y a no ser que estés seguro de que el enemigo esta en desbandada en todas partes, suele ser una buena idea reunirse y aprovechar para descansar un poco y recuperar el aliento. Normalmente, en reserva habrá una segunda línea de infantería cuya misión es la de explotar las brechas abiertas en las filas enemigas, así que déjalos pasar y que ellos se encarguen de los últimos combates. Y deja que sean los muchachos a caballo los que se harten de correr para terminar de dar el golpe de gracia; a ellos se les da mucho mejor. Mientras tanto, relájate y disfruta de la enorme euforia que te producirá seguir vivo y estar rodeado solo de escudos romanos, y dedícate a escuchar como los gritos y los sonidos de la batalla se alejan cada vez mas mientras la caballería pasa atronadoramente a tu lado para terminar de rematar la victoria.

 

CUARTA FASE: DESPUÉS DE LA BATALLA

Es muy posible que tras la batalla los auxiliares germanos y galos decoren sus cinturones con cabezas enemigas. Las cabezas enemigas están tan cotizadas que no es infrecuente ver a un soldado luchando con una cabeza especialmente golosa cogida con los dientes. Incluso los legionarios, una vez que han recuperado el resuello, se dedican a buscar algún recuerdo, como broches de oro y plata, un cinturón particularmente lustroso o incluso una bolsa o dos llenas de monedas. Debes recordar, sin embargo, que el saqueo del campo de batalla y del campamento enemigo es una empresa colectiva. No solo los que sigan en pie, sino también los que estén heridos en retaguardia, tienen derecho a su parte de las ganancias.

 

LA TIENDA DEL MÉDICO

Afortunadamente para los heridos la medicina de campana romana esta sorprendentemente avanzada. Después de todo, los médicos militares acumulan 700 años de experiencia. Además, tampoco tiene por que haber demasiada cola para ser atendido. En una batalla exitosa el numero de bajas puede ser asombrosamente bajo, porque la mayor parte de las heridas se sufren cuando un ejercito se rompe y los soldados son cogidos en plena desbandada. Por otro lado, si la batalla ha ido realmente mal los heridos suelen ser dejados a su suerte mientras los supervivientes tratan de regresar a la seguridad que ofrece el campamento. Por lo general, las heridas se acumulan en el lado derecho (menos protegido por el escudo) y especialmente en la pierna. Un corte de espada suele ser tratado por un medico ayudante, llamado capsarius por su capsa, una bolsa de cuero en la que lleva vendas y medicamentos. Este medico lavara la herida con vino, vinagre o aceite de oliva, la coserá y la cubrirá con una venda de lino. Las herramientas de los médicos se esterilizan con frecuencia y se limpian tras cada uso.

 

CIRUGÍA DE CAMPAÑA

Las heridas de flecha se dejaran para el medicus, que sera un hombre con una formación medica considerable y rango de centurión. Cuenta con utensilios especificos para sacar flechas y también puede coger tendones cortados y coserlos. Los doctores tienen un formidable instrumental de forceps, separadores, escalpelos y otras herramientas que le permiten incluso practicar "operaciones heroicas" -cirugía aplicada sobre la cavidad ventral y pectoral- con ciertas perspectivas de éxito. A pesar de la aplicación de varias formas de anestesia -el conocido zumo de amapola es un opiáceo que resulta bastante eficaz, al igual que las semillas de beleno-, estas ultimas operaciones mencionadas y las amputaciones hacen que la tienda del medico sea fácil de identificar por los desgarradores gritos de que es origen.

 

HOSPITAL

Por lo general, los hospitales son lugares bien iluminados, limpios y tranquilos, y lo mas seguro es que el comandante haga una inspección para comprobar que todo esta en orden y para alabar a los heridos por su coraje. Las heridas son revisadas y los vendajes cambiados con frecuencia, y se ofrecen instalaciones para hacer un poco de ejercicio y acelerar la recuperación. Para abreviar, el ejercito romano es uno de los mejores lugares del mundo para un héroe herido.

 

EL BALANCE

Una vez que el polvo de la batalla se haya asentado, los prisioneros serán puestos a trabajar ordenando el campo de batalla, a no ser que el comandante romano prefiera dejar expuestos los cuerpos de los oponentes abatidos como tétrica advertencia. Los nombres de los romanos caídos serán cuidadosamente inscritos en los registros de la legión y sus cuerpos preparados para ser enviados al mas allá con una solemne ceremonia.

 

Poco después de la batalla, el comandante se reunirá con sus oficiales y pasara revista a las tropas. Este es el momento para distribuir el botín obtenido -tanto en el campo de batalla como en el campamento enemigo- y para que el general reconozca los méritos de aquellos que se hayan destacado especialmente durante el combate.

 

También es posible que este momento sirva para otorgar condecoraciones formales, especialmente si la batalla ha servido para poner fin a la campana (lo que ocurre a menudo, a no ser que el enemigo disponga de otro ejercito y también este dispuesto a perderlo). La mayor condecoración que puede recibir un soldado es una corona -por ejemplo la Corona de Hierba, concedida por salvar un ejercito-, pero generalmente estas están reservadas a los oficiales de alta graduación. En la mayor parte de las ocasiones los soldados serán condecorados con torques (collares), armillae (brazaletes) γ phalerae (discos grabados que se lucen en el uniforme). Incluso estas condecoraciones menores están por lo general reservadas a los ciudadanos, aunque los auxiliares pueden ganárselas con actos de valor suicida.

 


Merece la pena obtener una condecoración militar. No solo porque añaden lustre a la armadura durante los desfiles, sino porque son un símbolo de estatus en la unidad, y esto reduce las posibilidades de tener que ponerse a limpiar letrinas o a hacer guardias en el cementerio (durante la noche). Por otro lado, una reputación de bravura excepcional también supondrá que el centurión siempre te mire a ti cuando busque voluntarios para cumplir una misión especialmente peligrosa. Como tantas otras cosas en el ejercito, las ventajas siempre vienen acompañadas de inconvenientes.



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