viernes, 19 de diciembre de 2014

PRELIMINARES EN LA TOMA DE UNA CIUDAD POR LA LEGIÓN ROMANA

 

NEGOCIACION E INTIMIDACION

Los generales son unos egoístas, y tienen la manía de intentar tomar las ciudades intactas, porque así estas pueden empezar a contribuir con el fisco romano inmediatamente, sin necesidad de emprender una reconstrucción (ni una repoblación). Las reparaciones o rescates que pague la ciudad irán a parar directamente al comandante y al tesoro de la legión, por lo que los soldados no obtienen nada a cambio de (como mínimo) haber llegado hasta allí, aparte de la oportunidad de hacer ejercicio. Es importante que, mientras se desarrollan las negociaciones, los habitantes puedan ver con sus propios ojos lo que les espera si no se rinden. Así que, mientras el general mantiene conversaciones de paz, la legión se mantendrá visiblemente ocupada preparándose para la guerra.


 


CONSTRUYE Y CAVA

Las primeras fases de un asedio le permiten al legionario romper con su rutina habitual, consistente en hacer largas marchas cargando con objetos pesados. Ahora le tocara marchar distancias cortas cargando con objetos muy pesados. Los asedios precisan bravura, pero también ingenieros y albañiles. Durante esta fase, el legionario no blandira su espada, sino su dolabra, y en lugar de con su escudo ira cargado con canastas de tierra y con grandes postes de madera. Esta madera esta destinada a la construcción de torres de asedio, piezas de artillería pesada y no solo el campamento habitual, sino toda una serie de campamentos alrededor de la ciudad sitiada, unidos por murallas, terraplenes y trincheras. Si la ciudad espera la llegada de refuerzos se construirá otra línea defensiva mirando al exterior para impedir la entrada de estos. Las obras del sitio progresan a velocidad vertiginosa: cuando hay miles de trabajadores cualificados haciendo turnos (los que no estén trabajando en un momento determinado estarán protegiendo a los que si lo estén) pueden construirse siete u ocho kilómetros de muro en menos de una semana.

 

MURO Y CONTRAMURO

Si el enemigo tiene un buen comandante, intentara construir contramuros, que corran perpendiculares a los muros construidos por los sitiadores, lo que hace que rodear una ciudad resulte mucho mas difícil. Esta fue la estrategia seguida por Pompeyo cuando Cesar intento sitiarlo durante las guerras civiles del 49 a. C. Cesar se vio obligado a construir alrededor de las extendidas fortificaciones de Pompeyo hasta que su ejercito estuvo tan estirado que Pompeyo pudo romper el cerco con facilidad.

 

Si se espera que el asedio sea largo, el comandante intentara que nadie pueda abandonar la ciudad: cuantas mas bocas haya que alimentar, antes se impondrá el hambre entre los sitiados. En Alesia, en las Galias (y podemos dar gracias porque en nuestros días los galos y sus robustas defensas estén de nuestro lado), los defensores evacuaron a todo el mundo, exceptuando a aquellos que estaban en condiciones de luchar. Cesar, que ya había sitiado la ciudad, se negó a dejar pasar a esta masa de mujeres, niños y ancianos. Al final, estos desgraciados, atrapados entre sitiadores y sitiados, acabaron muriendo victimas de la intemperie. Los asedios son acontecimientos tétricos.

 

Los muros de los sitiadores no solo sirven para impedir la salida de los sitiados, sino también la entrada de alimentos. De hecho, es incluso posible que los legionarios sean empleados para desviar el curso habitual del río y evitar así que siga surtiendo de agua a la ciudad.

 

TOZUDEZ Y RENDICIÓN

Es frecuente que los habitantes se rindan rápidamente a la vista de estos preparativos. Algunos comandantes permiten la rendición de una ciudad hasta que el primer ariete golpee sobre las murallas; a partir de ese momento, es una lucha a muerte (la de ellos, claro esta). 


Quienes se rindan pronto pueden ser tratados con compasión. Una defensa larga y heroica probablemente acabara con la aniquilación de los defensores. Y la de sus padres y esposas. Y la de sus hijos. Y la de sus perros y su ganado. Cuando Sila conquisto Atenas tras un largo y amargo asedio en la década de los 80 del s. I a. C , la sangre corría por los canalones de las calles en tal cantidad que acabo formando un riachuelo que bajaba por las puertas de la ciudad.

 

La arrogancia y la tozudez de los romanos tienen un enorme valor psicológico. En el 73 d. C. las legiones arrasaron la "invencible" fortaleza de Masada, en Judea, en lugar de esperar a que el enemigo se muriera de hambre, solo para demostrarle a todo el mundo que podían hacerlo. La guarnición de cierta ciudad fanfarroneo con que tenían reservas de víveres para diez años, pero aun así se rindieron cuando oyeron que el comandante del asedio comentaba de pasada que estaba a punto de mandar un informe al senado en el que se preveía la conquista de la ciudad en once.

 

Si los sacerdotes romanos deciden realizar un ritual de evocatio, las negociaciones llegaran a implicar a los dioses de la ciudad sitiada. Mediante este rito, dichos dioses son invitados a abandonar la ciudad condenada y a trasladar su residencia a Roma. Pero no todos los dioses reciben una oferta semejante. Es posible que los romanos ya rindan culto a esa divinidad en cuestión, pero también que las ceremonias con las que se la adora sean demasiado libertinas (como ocurre con algunas religiones sirias) o sanguinarias (como con las religiones de los germanos). La decisión de traer un nuevo dios a Roma solo puede ser tomada por las mas altas instancias del Estado. Hay que ser romano para no ver nada extraño en someter a un dios al equivalente de una entrevista de trabajo.




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