lunes, 29 de diciembre de 2014

CARTA DE NISA, HIJA DEL REY MITRIDATES DEL PONTO, A SU HERMANA TRIFENA (ESPOSA DEL FARAÓN PTOLOMEO AULETES), TRAS CONOCER Y HABER HECHO EL AMOR CON UN JOVEN CAYO JULIO CÉSAR EN LA ISLA DE PAFOS


Supongo que no volveré a verle. No es la clase de hombre que va a cualquier sitio o hace cosas sin un buen propósito, y me refiero a propósitos de hombre. Creo que me ha amado algo, pero eso no le hará volver a Chipre. No existe la mujer que pueda disuadirle de lo que se proponga.

ALEJANDRÍA


Nunca había conocido a un romano, aunque creo que en Alejandría se ven muchos y tú debes de conocer bastantes. ¿Será distinto porque es romano? ¿O porque es el único? Tal vez tú puedas explicármelo, aunque creo que sé lo que vas a contestarme.

 

Lo que más me gustó de él es su tenacidad, y su tranquilidad nada fingida. Sí, reconozco que consiguió la flota con mi ayuda. ¡Ya sé que se valió de mí! Pero hay momentos, querida Trifena, en que a una no le importa que la manejen. Me amó un poco. Admiraba mi cuna. Y no hay mujer capaz de resistir a la manera que tiene de reírse.

 

Ha sido una aventura muy agradable. ¡Cómo le echo de menos! No te preocupes por mi, que he tomado la medicina en cuanto se marchó, por si acaso. Si estuviese casada de hecho y no ficticiamente, a lo mejor no la habría tomado. La sangre de César es más augusta que la de Ptolomeo. Pero en mi desgraciada situación nunca tendré hijos.

 

Lamento tus dificultades y siento también que no nos hayan educado para entender la situación de Egipto. Aunque no creas que a nuestro padre Mitrídates ni a nuestro tío  Tigranes les importasen mucho esas dificultades. Simplemente se valen de nosotras para sus intereses en Egipto, porque tenemos la suficiente sangre ptolomeica para reivindicar nuestros derechos. Lo que no podíamos saber era ese asunto de los sacerdotes egipcios tan influyentes en la gente del pueblo, los de sangre egipcia más que macedonia. Se diría que hay dos Egiptos, la tierra de la Alejandría macedónica y el delta, y la tierra del Nilo.

 

Yo creo, querida Trifena, que deberías entablar negociaciones con los sacerdotes. A tu esposo Auletes no le gustan los hombres y tienes esperanzas de ser madre. ¡Tienes que darle hijos! Pero no puedes hacerlo según la ley egipcia hasta que no os coronen y unjan, y eso sólo podéis lograrlo si los sacerdotes se avienen a oficiar la ceremonia. Sé que los alejandrinos fingieron ante la embajada de Roma que estabais coronados y ungidos, pues sabían que Marco Perpena y los otros romanos ignoraban las leyes y costumbres egipcias. Pero el pueblo de Egipto sabe que no habéis sido investidos como reyes. Auletes es necio, tiene pocas luces y muy escasa visión política. Nosotras, por ser hijas de nuestro padre, tenemos mejores dones.

 

Ve a ver a los sacerdotes y comienza a negociar por tu cuenta. Estoy segura de que no conseguirás nada -ni hijos- hasta que convenzas a los sacerdotes. Auletes quiere dárselas de ser más importante que ellos, y pretender que los alejandrinos pueden desafiarlos impunemente, pero se equivoca. O quizá sea mejor decir que Auletes cree que es más importante ser rey macedonio que faraón de Egipto, y que si es rey acabará siendo faraón. Por tus cartas veo que tú no has caído en esa trampa. Pero no basta con eso. Tienes que negociar. Los sacerdotes saben que nuestros esposos son los últimos del linaje, y que establecer en Egipto dinastías rivales de la sangre egipcia al cabo de casi mil años de invasiones y reyes extranjeros es más peligroso que sancionar a los últimos Ptolomeos. Así que me imagino que lo que desean es que se les consulte y no se les margine. Consúltales, querida Trifena. ¡Y que tu esposo hable con ellos! Al fin y al cabo, ellos son los custodios de los laberintos que guardan los tesoros de los faraones, son administradores de las rentas del Nilo y dirigen al pueblo. El hecho de que el Garbanzo saquease Tebas hace siete años no tiene nada que ver. ¡Le habían ungido faraón, y Tebas no es todo el Nilo!

 

Mientras tanto, sigue tomando la medicina y no te indispongas con tu esposo y con los alejandrinos. Siempre que los tengas de tu parte, dispondrás de un medio para negociar con los sacerdotes de Menfis.


(C. McC. )






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