Se
tejieron los sombreros, y Arsinoe y las inmediaciones se quedaron sin asnos, ya
que Catón descubrió por mediación de Sócrates y Nasamones que las mulas
beberían y comerían demasiado. Los asnos, más pequeños y resistentes, fueron
las bestias de carga elegidas. Afortunadamente a ningún granjero ni mercader le
importó trocar sus pollinos por mulas; aquellas eran mulas del ejército romano,
de la mejor raza. Catón adquirió cuatro mil asnos a cambio de sus tres mil
mulas. Para tirar de los carromatos se llevó bueyes, pero resultó que era
imposible comprar ovejas. Al final tuvo que conformarse con mil vacas y mil
cabras.
Esto
no es una marcha, es una emigración, pensó. ¡Cómo debe de estar riéndose ahora Labieno,
a salvo en Utica! ¡Pero yo le enseñaré! Aunque muera en el empeño, haré llegar
a mis diez mil a la provincia de África en condiciones de combatir. Pues Catón
tenía diez mil hombres, contando a los no combatientes que se llevó también.
Ningún general romano exigía a sus soldados que marcharan, construyeran,
lucharan y además cuidaran de sí mismos.
Cada centuria constaba de cien hombres, pero sólo ochenta eran soldados; los otros veinte eran sirvientes que molían el grano, cocían el pan, repartían el agua durante la marcha, se encargaban de las bestias y carromatos de la centuria, y limpiaban y lavaban la ropa. No eran esclavos, sino ciudadanos romanos que no se consideraban aptos para el combate: patanes de escasa inteligencia que recibían una pequeña parte del botín pero los mismos sueldos y raciones que los soldados.
Cada centuria constaba de cien hombres, pero sólo ochenta eran soldados; los otros veinte eran sirvientes que molían el grano, cocían el pan, repartían el agua durante la marcha, se encargaban de las bestias y carromatos de la centuria, y limpiaban y lavaban la ropa. No eran esclavos, sino ciudadanos romanos que no se consideraban aptos para el combate: patanes de escasa inteligencia que recibían una pequeña parte del botín pero los mismos sueldos y raciones que los soldados.
Mientras
las mujeres cirenaicas tejían los sombreros, los hombres elaboraban odres para
el agua, porque las ánforas de arcilla, con la base en punta y una forma
concebida para colocarse en un armazón o en un espeso lecho de serrín, eran
demasiado pesadas para amarrarlas dentro de cuévanos a los lomos de un asno.
Además,
Catón dispuso que no se llevara vino para los oficiales y legados, ni una sola
gota. Sólo agua. Todo los legionarios beberían agua, incluidos los oficiales y
demás altos mandos.
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