En su lecho de muerte, Augusto
pidió un espejo y dio instrucciones a sus asistentes para que «le peinaran y
enderezaran sus rasgos caídos». Después preguntó a los amigos que había reunido
si, en la comedia de la vida, había representado bien su papel. Antes de
hacerles salir, citó los últimos versos de una comedia de Menandro:
Si ha salido bien la comedia,
aplaudid
y despedidnos todos con
alegría.
( Suetonio )
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