Constante opinión es que fue muy dado a incontinencia y espléndido para conseguir estos placeres, habiendo corrompido considerable número de mujeres de elevado linaje, entre las que se cita a Postumia, esposa de Servio Sulpicio; a Lollia de Aulo Gabinio; a Tertula, de Marco Craso, como también a Mucia, de Cneo Pompeyo; pero lo cierto es que los Curiones, padre e hijo, y muchos otros censuraban a Pompeyo "haber tomado por esposa, movido por la ambición, a la hija de aquel a quien en sus amargos recuerdos acostumbraba a llamar nuevo Egisto, repudiando otra que le había dado tres hijos". Pero a ninguna amó tanto como a la madre de Bruto, Servilia, a la que dió durante su primer consulado una perla quue le había costado seis millones de sestercios; y en las épocas de las guerras civiles, además de otras ricas donaciones, le hizo adjudicar a bajo precio las propiedades más hermosas que se vendieron entonces en subasta; y cuando se extrañaban todos de aquella baratura, dijo sarcásticamente Cicerón: "Para que comprendáis bien la venta, sabed que se ha deducido la tercia"; aludiendo a que se decía que Servilia favorecía el comercio de su hija Tercia con César.
En las provincias de su mando tampoco respeto el lecho conyugal, según los versos que cantaban en coro sus soldados el día de su triunfo sobre las Galias:
Ciudadanos, esconded vuestras esposas, aquí traemos al adultero calvo.
También tomó a reinas por amantes, entre otras Eunoé, esposa de Bagud, rey de Mauritania, y según refiere Nasón, hízole, lo mismo que a su marido, numerosos y ricos regalos; pero amó mucho más a Cleopatra, con la que frecuentemente prolongaba sus festines hasta la aurora, y hubiese penetrado con ella en una nave suntuosamente penetrado con ella, aparejada desde Egipto a Etiopía, si el ejército no se hubiera negado a seguirle; finalmente, la hizo venir a Roma, no dejándola marchar sino colmada de dones y consintiendo en que llevase su nombre el hijo que tuvo de ella. Algunos escritores griegos dijeron que este hijo se parecía a César en el rostro y apostura. Marco Antonio en pleno Senado que César lo había reconocido, e invocó el testimonio de Cayo Mario, Cayo Opio y otros amigos de César; pero Cayo Opio refutó el aserto publicando un libro sosteniendo que no era hijo de César el que Cleopatra decía. Helvio Cinna, tribuno del pueblo, manifestó muchas personas que tuvo redactada y dispuesta una ley, que César le mandó proponer en su ausencia, por al que se proponía casarse con cuantas mujeres quisiese para tener hijos. En fin, tan desarregladas eran sus costumbres, y tan notoria la infamia de sus adulterios, que Curión, padre, le llama en un discurso «marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos".
( Lucinio Calvo )
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