Se
anunció a Claudio, que se hallaba a la mesa, que Mesalina había perecido, sin
aclararle si por su mano o por la ajena; tampoco él lo preguntó; pidió una copa
y continuó haciendo los honores acostumbrados al banquete. Ni siquiera en los
días siguientes dio señales de odio o de alegría, De ira o de tristeza, en fin,
de afecto humano alguno…
(
Tácito )
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