A
finales de año y del consulado de Vatia y Apio Claudio, la vida de Sila en
Misenum estaba tan perfectamente
equilibrada, que la villa entró en una fase de placidez. Escribía a ratos sus
memorias, conteniendo la risa cada vez que de su pluma surgía una frase acertada
y cáustica sobre Cayo Mario; escribiendo el capítulo de la guerra contra Yugurta
disfrutó enormemente con la idea de que a partir de ese momento podía decir con
sus propias palabras que la captura del númida era una hazaña propia que Mario había
ocultado deliberadamente. Luego, durante un tiempo, dejaba pluma y papel y se entregaba
a una auténtica orgía de comedias y espectáculos de mimo, o daba una gran
fiesta que duraba un intervalo de mercado.
Y
combinaba estas actividades con otras que iban surgiendo de su fértil
imaginación, incluidos simulacros de cacerías de niños y niñas desnudos,
concursos para ver quién adoptaba la postura más rara para efectuar el coito,
absurdas adivinanzas escenificadas en las que los que representaban podían evocar
prácticamente cualquier cosa mediante disfraces y galas; celebraba fiestas de
chistes, fiestas de desnudos a la luz de la luna, fiestas de un día en torno a
la impresionante piscina de mármol blanco, en las que los invitados
contemplaban extasiados las evoluciones acuáticas de los jovenzuelos de ambos
sexos desnudos. Su imaginación era inagotable, e irrefrenable su anhelo por
conocer cualquier novedad de índole sexual. No obstante, se observó que no cometía
ninguna crueldad con los animales, y que a un huésped que tenía esa clase de
inclinaciones le echó de su casa.
Sin
embargo, no cabía duda de que su estado se deterioraba; una vez entrado el
nuevo año, su potencia sexual mermó considerablemente, y a finales de febrero
no había nada capaz de estimularle, cosa que empeoró enormemente su malhumor.
Sólo
uno de sus amigos nobles romanos fue a verle a Misenum: Lúculo. Había estado en
Africa con su hermano en julio, supervisando la captura de fieras para los
juegos a primeros de septiembre, y, al regresar a Roma en agosto, llegaron a
sus oídos los comentarios sobre las extravagancias que tenían lugar en la villa
de Misenum y las letanías de los escandalizados por el comportamiento de Sila.
( C.
McC.)
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