Ostentaba Claudio en su persona cierto
aspecto de grandeza y dignidad, tanto en pie, como sentado, pero
preferentemente en actitud de reposo. Era alto y esbelto, su rostro era bello y
hermosos sus blancos cabellos y tenía el cuello robusto; pero cuando marchaba,
sus inseguras piernas se doblaban frecuentemente; en sus juegos, así como en
los actos más graves de la vida, mostraba varios defectos naturales: risa
completamente estúpida; cólera más innoble aún, que le hacía echar espumarajos;
boca abierta y narices húmedas; insoportable balbuceo y continuo temblor de
cabeza, que crecía al ocuparse de cualquier negocio por insignificante que
fuese.
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