Cleopatra,
cada vez más deprimida, se postró ante Amón-Ra. La oración formal, en egipcio antiguo,
la pronunció en voz alta, pero al concluirla permaneció de rodillas, las manos
y la frente contra el frío suelo de mármol, y rezó en silencio.
Dios
del Sol, portador de la luz y la vida, protégenos en este desalentador lugar al
que hemos llevado tu culto. Estamos lejos de casa y de las aguas del Nilo, y
hemos venido sólo para mantener la fe en ti, con todos nuestros dioses grandes
y pequeños, del cielo y del río. Hemos viajado al oeste, al Reino de los
Muertos, para ser fecundados otra vez, ya que Osiris reencarnado no puede venir
a Egipto con nosotros. El Nilo inunda perfectamente, pero si queremos mantener
la Inundación, es hora de que engendremos otro hijo. Ayúdanos, te lo ruego,
prolonga nuestro exilio entre estos infieles, conserva indemne a nuestra
divinidad, tensos nuestros nervios, fuerte nuestro corazón, fecundo nuestro
útero. Permite que nuestro Hijo, Tolomeo César Horus, conozca a su divino
padre, y concédenos una hermana para él a fin de que puedan casarse y mantener
pura nuestra sangre. El Nilo debe inundar. La faraona debe volver
a concebir, muchas veces.
( C. McC. )
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