domingo, 27 de julio de 2014

ALEA JACTA EST




¡Alea jacta est, legionarios!,....¡vamos a cruzar el Rubicón y darles una lección a esos cabrones!. No os pido que luchéis bien y bravamente por mi, que ya reconozco que sois los mejores, las terribles fieras de Roma. Para conseguir la victoria os pido además, algo no menos importante: os pido que penséis con fervor en cómo vencer al enemigo,...que penséis sin descanso hasta que os duela. Que tratéis de darle vueltas en la cabeza al problema hasta que parezca que ya no queda absolutamente ningún aspecto del mismo por considerar. Sólo si lo hacéis así, las posibilidades de víctoria serán siempre más seguras. ¡Ave, amigos!.



Para los que no los sepáis, el famoso “Alea jacta est”, quiere decir algo así como “los dados de la suerte están echados”. Los galos esperaban la derrota de César mientras él y sus legiones sitiaban al jefe arverno Vercingetorix, comandante en jefe de la coalición de los ejércitos galos, rodeándolo por dos frentes, mientras César los contenía a ambos protegido por una enorme corona amurallada de varias decenas de kilómetros rodeando la entonces fortaleza inexpugnable de Alesia, protegiéndose del exterior donde estaba la mayoría del grueso del ejército galo. Pero la superioridad tecnológica romana, la férrea disciplina, la total lealtad al jefe y una mejor estrategia de las legiones de César, al final permitieron la victoria romana, dejando bastante pacificada la Galia. Una grave disputa legal con los senadores y los cónsules del año, y tras varios avisos de advertencia, obligó a César a marchar contra ellos, atravesando el río Rubicón, con el objeto de defender su dignidad y la legítima legalidad de sus actos, el río que formaba frontera a partir de la cual atravesarla significaba perder todo el imperium temporal que disponía por parte del senado romano, y pasar a estar fuera de la ley. 


Tuvo que pronunciar tan esclarecedora frase, para luego tener que enfrentarse inevitablemente a los optimates (también conocidos como los bonis, o sea los riquísimos patricios que ostentaban el poder político en Roma), que estaban aliados junto al no menos riquísimo y todopoderoso plebeyo Cneo Pompeyo Magno, y al patricio de la más antigua estirpe Marco Porcio Catón, entre otros muchos notables, tales como Bíbulo, Léntulo Crus, Casio Longino, o los Marcelos. La coalición de los republicanos-pompeyanos fueron derrotados fácilmente por las muchas veces famélicas tropas cesarianas, ya veteranas y expertas por las muchas guerras en las Galias bajo mando de César, en batallas tan destacables como Farsalia, Tapso y Munda, por citar tan solo unas pocas. Desde entonces César se hizo el amo de la República Romana, haciéndose nombrar, al regreso a Roma Cónsul y Dictador a Perpetuidad. 


En muy poco tiempo, la miseria y el desorden que habían dejado a Roma tantas guerras civiles, tras unas sabias y acertadas reformas de César en leyes y medidas económicas, acabo en muy poco tiempo con la miseria y trajo con mucha rapidez una nueva etapa de prosperidad, riqueza y seguridad. Su asesinato en los idus de marzo, por parte de sus antiguos enemigos a quienes había perdonado, entre ellos Bruto, hijo de su amante Servilia Cepionis, impidió que en pocos días pudiera partir hacia el puerto de Brindisi donde tenía acuarteladas sus legiones con el propósito de partir hacia la conquista del Imperio Parto, que había agraviado a Roma quedándose con las águilas de las legiones romanas de su amigo Marco Craso, derrotado por los partos en Carres (provincia romana de Siria), y de este modo poder apoderarse en beneficio de Roma las por entonces fabulosas riquezas del Imperio parto del Rey de Reyes Orodes


En este breve tiempo en que la miseria, el desorden y la corrupción reinaban en Roma, haciendo por parte del nuevo amo de Roma Cayo Julio César una reforma de leyes más justas y medidas económicas acertadas, se logró milagrosamente que en muy poco tiempo Roma pasara de la extrema miseria, a una envidiable prosperidad económica.



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