El
castor es una criatura anfibia: por el día vive escondido en los ríos, pero de
noche deambula por la tierra, alimentándose con lo que encuentra. Así
comprendemos la razón por la cual los cazadores lo persiguen con tal
impaciencia e impetuosidad. Entonces, éste agacha la cabeza y con sus dientes
se corta los testículos y los arroja en el camino, como un hombre prudente que,
habiendo caído en manos de ladrones, sacrifica todo lo que lleva para salvar su
vida y pierde el derecho a sus posesiones por medio del rescate. Si, no
obstante, ha salvado ya su vida mediante la autocastración, y vuelve a ser
perseguido, entonces éste se pone en pie y revela que no ofrece motivos para la
impaciente persecución y libera al cazador de todo esfuerzo adicional puesto
que ellos estiman la carne. En ocasiones, sin embargo, los castores con los
testículos intactos, después de haber escapado tan lejos como les ha sido
posible, han atraído la parte codiciada y con gran habilidad e ingenuidad
engañado a sus perseguidores, pretendiendo que ellos ya no poseen lo que
guardan oculto.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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