Decidido
Licurgo a eliminar la desmesura y la envidia, el crimen y el lujo, y esos males
aún más arraigados para el Estado, que son la pobreza y la riqueza, convenció a
sus ciudadanos para hacer un todo del territorio, dividirlo de nuevo y vivir en
una total uniformidad e igualdad en los medios de subsistencia, no concediendo
preeminencia sino a la virtud, en la idea de que la única desigualdad entre los
hombres es la que establecen la condena de las malas acciones y la alabanza de
las buenas.
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