Padres conscriptos, con la carta de Pompeyo acabáis de
oír un informe militar más que la misiva amañada de un político.
Ya sé que algunos sentís desprecio por Pompeyo por su
baja cuna y lo consideráis un general militarmente incompetente, pero dejamos
de lado esos rencones y vayamos a la cuestión. Repito: no es la misiva amañada
de un político. Ni se anda con contemplaciones con nosotros, los políticos. Por
otra parte, tampoco se anda con contemplaciones con el autor. No es una carta
llena de excusas, y lo que dice de batallas ganadas y perdidas lo corroboran
completamente los despachos que regularmente hemos recibido del gobernador de
la Hispania Ulterior Quinto Cecilio Metelo Pío.
Bien, yo no he estado en Hispania. Algunos de los que
estáis aquí sentados sí que conocéis el país, pero a la mayoría os sucede lo
que a mi: que no lo conocéis. En el pasado, la provincia Ulterior tuvo fama de
ser un buen destino para un gobernador; una provincia rica, civilizada,
pacífica, pero rodeada de bárbaros en dos fronteras, por lo que las guerras que
decidían emprender los gobernadores solían desarrollarse sin dificultades. La
provincia Citerior nunca ha tenido la misma fama. Los gobernadores hacen pocas
ganancias y los indígenas siempre están sublevándose. Por consiguiente, el
gobernador de la Hispania Citerior sólo podía aspirar a una magra bolsa y a no
pocas complicaciones por parte de las tribus.
Sin embargo, todo eso cambió con la llegada de Quinto
Sertorio. El ya conocía Hispania debido a sus misiones por cuenta de Cayo Mario
y por su tribunado militar con Tito Didio, durante el cual, quiero
recordároslo, se ganó la corona de hierba siendo aún un muchacho. Y cuando este
hombre notable y extraordinario volvió a Hispania como rebelde partidario de
Mario, huyendo de las represalias, la provincia Citerior se volvió
prácticamente ingobernable y la provincia Ulterior se hizo ingobernable al
oeste del Betis. Como dice la carta de Cneo Pompeyo, al excelente gobernador de
la Hispania Ulterior le costó casi tres años ganar una batalla contra uno de
los partidarios de Sertorio, Hirtuleyo, no contra el propio Sertorio. Lo que la
carta no nos reprocha es el hecho de que debido a las luchas internas en Italia
hayamos dejado de nombrar gobernador para la Hispania Citerior casi dos años.
¡Eso, padres conscriptos, es como regalarle a Sertorio esa provincia!.
Bien, padres conscriptos, encomendasteis la misión
especial a Cneo Pompeyo; yo estaba gobernando la provincia de Africa y no
pudisteis encontrar a nadie capaz de llevar a cabo la tarea de aplastar a
Quinto Sertorio. Enviasteis a Cneo Pompeyo con seis legiones y mil quinientos
soldados de caballería... las cifras que da Cneo Pompeyo en su carta,
consideradas adecuadas para la empresa. ¡ Las cifras correctas!.
Si examinamos la hoja de servicios de Cneo Pompeyo,
resulta impresionante. Y Pompeyo es lo bastante joven para ser flexible,
adaptable a todas las cualidades que los hombres pierden con el entusiasmo
juvenil. Contra cualquier otro enemigo de Roma, lo más probable es que seis
legiones y mil quinientos soldados de caballería hubiesen bastado, pero Quinto
Sertorio es un caso muy particular. No le hemos vuelto a ver desde la época de
Cayo Mario, y yo personalmente le considero mejor general que Mario. Así pues,
las primeras derrotas de Pompeyo no son de extrañar. Le abandonó la suerte y ya
está. Porque se ha enfrentado a uno de los mejores estrategas que ha tenido
Roma. ¿Acaso lo dudáis?. ¡ Pues no lo dudéis porque es la verdad!.
No obstante, hasta el más consumado estratega tiene su
manera de pensar. El gobernador de la provincia Ulterior, nuestro buen Pío,
lleva ya en Hispania tiempo suficiente para entender la manera de pensar de Sertorio.
Yo le felicito por ello. Sinceramente, no pensaba yo que valiera tanto. Pero no
puede vencer solo a Sertorio. El escenario bélico es muy extenso, es
equivalente al de Italia durante nuestra guerra interna. No se puede estar en
el norte y en el sur al mismo tiempo, y entre las dos partes existe una gran
barrera montañosa.
Enviasteis a otro hombre, un simple caballero al que
otorgasteis una especie de corona militar, para gobernar la provincia Citerior.
¿Cómo le definiste, Filipo? Non proconsule sed pro consulibus. Le disteis a
entender que le enviabais con tropas suficientes y bien provisto de dinero.
¡Ah, si claro, él estaba deseoso de acometer la empresa!. A los veintinueve
años y siendo un curtido veterano, ¿qué militar no lo habría estado?. ¡Anhelaba
acometer la empresa, y hasta hubiera estado dispuesto a partir con menos
efectivos!. ¡ Podríais haberle hecho ir con cuatro legiones y quinientos
soldados de caballería!.
Ya sé que algunos pensáis que fue unaástima no haberlo
hecho, porque ya ha perdido más hombres desde que está allí. Lo cual me lleva
al punto crucial del asunto. ¿Cómo espera Roma parar los pies a un hombre como
Quinto Sertorio, sin estar dispuesta a enviar a Hispania el dinero y las tropas
que puedan garantizarlo?. ¡Ni Quinto Sertorio hubiera podido hacer frente a la
guerra que Pompeyo y Pío habrían debido hacerle en dos frentes, ¡cada uno de
ellos al mando de diez legiones y tres mil soldados de caballería!. ¡La carta
de Pompeyo acusa a esta cámara de haber perdido la guerra... y yo estoy de
acuerdo con ese criterio!. ¿Cómo puede esta cámara esperar milagros si no paga
a los magos para que los hagan?. Esta cámara debe encontrar los medios para
pagar las deplorablemente inadecuadas legiones de Pompeyo y Pío, y debe hallar
los medios para enviar a Pompeyo al menos dos legiones. Cuatro serían mejor.
Ya sé que la mayoría de vosotros estáis totalmente de
acuerdo con lo último que he dicho, pero al mismo tiempo estáis pensando, y con
razón, que no tenemos dinero. ¡No tenemos dinero!. Y si es así, pues hay que
encontrarlo, o Roma acabará perdida antes de lo que imaginamos.
La cuestión es que el dinero tenemos que encontrarlo,
y nos hemos de preguntar ¿dónde?. Ya sé que hace tres años que no nos llegan
rentas sustanciales de Hispania. La provincia Ulterior no puede explotar las
minas de los montes Marianos al sur de Orospeda, y la provincia Citerior no
puede explotar las minas cercanas a Cartago Nova. Los tiempos en que el Erario
ingresaba veinte mil talentos en oro, plata, plomo y hierro de Hispania han
pasado, al no disponer de esas minas. Aparte de que los acontecimientos de
estos últimos quince años han reducido nuestros ingresos de la provincia de
Asia a un nivel bajísimo desde que la heredamos hace más de cincuenta y cinco
años. Estamos en guerra en Iliria, Macedonia y en la Galia Transalpina. Incluso
han llegado rumores de que el rey Mitrídates vuelve a sublevarse, aunque no es
seguro. Y si muere Nicomedes de Bitinia, la situación en Oriente será aún más
precaria.
Ahora mismo, negar a los gobernadores de Hispania
dinero y tropas porque se prevén acontecimientos al otro extremo del Mare
Nostrum, que tal vez no se produzcan, es una verdadera estupidez, y todos lo
sabéis.
Algunos
estáis pensando que Cneo Pompeyo y Quinto Pío tienen que amoldarse a las
circunstancias porque no les podemos mandar dinero a Hispania, y menos tropas.
Si dejamos que eso sea así, habrá un nuevo cometa en el cielo de Roma. La
cabeza será leal y la formará el arruinado Cneo Pompeyo que vuelve a toda
marcha con su harapiento ejército. ¡ Pero la cola... ah, la cola!. La cola la constituirán Quinto Sertorio y los
bárbaros de Hispania. Incrementada por los volscos, los voconcios, los
alóbroges, los helvios... y, sin duda, por los boyos y los insubros de la Galia
itálica; y eso sin contar los ligures y los vagienos. Y supongo que esto no lo
podemos consentir, con lo que yo sugiero, padres conscriptos, que convoquemos a
los administradores del Erario y a los expertos en impuestos para ver la manera
de allegar la suma que la guerra de Hispania necesita para que Metelo Pïo y
Pompeyo puedan derrotar juntos a Sertorio. Sugiero también que encontremos
algunas legiones y un escuadrón o dos de caballería, y se lo mandemos pronto,
junto con el dinero que necesitan.
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