Lisipo (griego antiguo Λύσιππος) fue un escultor clásico griego,
nacido en Sición, Peloponeso, h. 390 a. C. y fallecido hacia el 318 a. C. Lisipo,
Escopas y Praxíteles están considerados los tres grandes escultores de la
segunda fase del clasicismo (siglo IV a. C.), época de transición entre la era
griega clásica y el helenismo. Al estudioso de su obra se le plantean una serie
de problemas de método: el amplio taller de Lisipo, la demanda de
reproducciones de su obra aún en vida y más tarde entre los aficionados
helenísticos y romanos, el número de discípulos directamente en su círculo y
la supervivencia de sus obras sólo en copias. Además fue el reformador del
canon de Policleto y gran innovador con respecto a los convencionalismos
heredados.
Nació en Sición alrededor del año 390 a. C.
Trabajador del bronce en su juventud, aprendió por sí mismo el arte de la
escultura, y más tarde se convirtió en líder de la escuela de Argon y Sición.
Vivió en la época de esplendor de Alejandro Magno,
de quien fue el artista predilecto y retratista oficial. Lo ha retratado en
muchas ocasiones en numerosas obras hoy dispersas. La descripción de alguna de
ellas ha llegado hasta nuestros días a través de los escritos de los
historiadores y filósofos griegos.
En particular, Lisipo retrató a Alejandro en el acto
y con el gesto bravo de cazar un león, en combate y en varias posturas
heroicas, y a veces en poses divinizadas. Un epigrama recientemente descubierto
de Posidipo, en la antología representada en el papiro de Milán, fue inspirada
por un retrato en bronce de Alejandro:
Lisipo, escultor de Sición, mano osada, artesano
aprendido,
tu estatua de bronce tiene la mirada de fuego en sus
ojos,
esa que hiciste en la forma de Alejandro. Los persas
no merecen
reproches. Hemos de perdonar a las ovejas que huyen
ante un león.
Se debe a Lisipo la representación típica de
Alejandro como una figura inspirada, endiosada, con el pelo revuelto, los
labios entreabiertos y mirando hacia arriba; un buen ejemplo, una copia romana
de la época imperial que se encontró en Tivoli, y se conserva en el Museo del
Louvre.
Trabajó en Sicione, Olimpia, Corinto, Rodas, Delfos,
Atenas, Roma y Tarento.
Murió en fecha indeterminada, pero seguramente a una
edad muy avanzada.
Para sus contemporáneos, se le consideraba el sucesor
del famoso escultor Policleto. Destacaban su gracia y elegancia, la
simetría o coherente equilibrio de sus figuras, con cabezas más pequeñas que el
canon de Policleto, lo que daba la impresión de mayor altura. Era famoso por la
atención que prestaba a los detalles de las pestañas y las uñas de los pies.
Lisipo fue muy prolífico. La tradición habla, a
propósito de sus obras, de una enorme producción, estimada por algunas fuentes
en cerca de 1.500 estatuas (dice Plinio el Viejo), la mayor parte de las
cuales se realizaron en bronce. Muchas son las estatuas de los atletas
vencedores en las Olimpiadas griegas de Olimpia, y se tiene noticia de
numerosas cuadrigas en mármol y en bronce. En los últimos años de su vida,
erige en Tarento una estatua alta de cerca de 17 metros de Zeus, representado
en posición erecta junto a una pilastra con un águila y en el acto de lanzar
rayos.
De esta inmensa labor, no ha llegado hasta nuestros
días ningún original, sino sólo copias romanas.
Su obra más importante es el Apoxyómeno, del que se
conserva una copia romana en mármol, mientras que el original era de bronce. Representa
a un joven atleta griego en una posición vulgar. Se está quitando la arena
pegada a su cuerpo debido al sudor con un estrígil, instrumento de la época, de
metal, hierro o bronce (que los romanos llamaban strigilis), que sólo usaban
los hombres y, principalmente, los atletas: parecido a un rascador, se
utilizaba para limpiarse el polvo, sudor y el aceite en exceso que se extendía
por la piel antes de los concursos. Es de esbeltas proporciones y presenta un
cuerpo flexible.
Las termas de Agripa estaban decoradas con dos
estatuas de Lisipo; la del Apoxiomenos y la de un león yacente.
La obra se conserva en el Museo Pío-Clementino, en la
Ciudad del Vaticano.
Lisipo, junto con Praxíteles, Escopas, y Apeles,
fue uno de los protagonistas absolutos del arte del tardío periodo clásico
griego.
Con Lisipo la escultura se estiliza, pues alarga el
canon de las esculturas y destaca la individualización realista en los
retratos. En efecto, uno de sus mayores méritos, fue el de modificar y
renovar, en primer lugar, el canon de proporción para la representación del
cuerpo humano, que anteriormente se había fijado por Policleto, en relación
1:7. Lisipo revisó el canon aumentándolo a siete cabezas y media.
Además, creó una nueva escuela de escultura, la del
retrato fisionómico e individual que, reproduciendo el aspecto exterior del
sujeto, sugiere también las implicaciones psicológicas y emotivas. Su
renovación partía, sin embargo, de la tradición griega.
Su obra es una síntesis de la charis de Praxíteles y
del pathos de Escopas. Fue maestro de muchos escultores del helenismo.
Lisipo fue, quizá más que otros, excepcionalmente
valiente en la producción volumétrica de la figura, imprimendo un giro aún más
significativo, en el tránsito del arte clásico a la época helenística.
La genialidad de Lisipo lo llevó a abrir nuevos
caminos en la escultura de la época. Fue el primero en intuir la posibilidad de
modelar la estatua, en función de un punto de vista circular, de 360 grados, y
no desde la perspectiva de un solo punto de vista, fijo, como se había
trabajado hasta entonces lo que, en términos de puesta en escena, adormecía a
la figura, haciéndola perder fuerza, expresión y vitalidad. Sus intuiciones lo
impusieron como el escultor más completo y moderno de su época, pudiendo así
controlar la forma de su obra, en cada posible perspectiva y ángulo de visión.
La conquista de la armonía figurativa en el espacio,
en una circularidad todo alrededor. Fue sobre todo gracias a esto, que pudo,
primero imaginar, y luego pudo realizar, aquellas obras de grandes efectos
escénicos y de gran impacto visual, estético y monumental. Para estas
características, fue para el arte de la época helenística, un punto de
referencia seguro, un faro.
Con el equilibrio justo entre las proporciones y la
posición del cuerpo, derivó vida y elegancia para sus estatuas. Sus intuiciones
transmitieron una enseñanza que tendría entonces una continuidad constante,
numerosa y de valor seguro, en los siglos posteriores.
El helenismo se caracterizó principalmente por el
cambio de los cánones de belleza estética, unido al sentido del movimiento de
la figura, propio de todas las obras que lo consiguieron.
Las intuiciones de Lisipo, y sus estudios sobre la
figura humana, fueron seguidos por otra gran personalidad artística griega, en
el campo de la escultura, Apeles.
Su alumno, Cares de Lindos, construyó el
Coloso de Rodas, una de las siete antiguas maravillas del mundo. Puesto que se
trata de una estatua que hoy ya no existe, continua debatiéndose si estaba
fundida en bronce o recubierta de una lámina de bronce.
Otros discípulos fueron Eutíquides de Sición,
y sus tres hijos, especialmente Eutícrates.
El descubrimiento de muchas estatuas y estatuillas en
bronce, o en mármol, que representan a Afrodita, (Venus), diosa del amor,
muestra que en periodo helenístico se utilizó con mucha frecuencia la figura
femenina como sujeto artístico.
Un aporte de la labor artística de Lisipo es la
representación de los dioses como seres palpables y con gestos más humanos.
Lisipo tenía un hermano, Lisistrato, también
escultor, el cual renovó, con intención realista, el arte del retrato.
Ya en el arte helenístico, la innovación de las ideas
introducidas por Lisipo y otros como Praxíteles, Escopas o Apeles, llevó a una
exasperación de los temas y sujetos a esculpir.
Se hicieron de hecho estatuas, obras, con sujetos
que, a veces, se podrían considerar desagradables, porque se había asimilado
por todos la idea de que el autor, el artista, es quien triunfa con su
valentía, su talento y su genio, a dar belleza, vitalidad y fascinación a la
obra y no la belleza del sujeto a condicionar al artista en la producción de la
obra.
Un ejemplo que ha llegado a nosotros es la copia
romana de una estatua griega de aquel periodo: una señora anciana y fea, y a
pesar de ello interpretada de manera bellísima en su aspecto emotivo y
psicológico que el escultor supo obtener del mármol.
El maestro y fundador de esta revolucionaria teoría
fue Lisipo, que intuyó cómo la belleza de una obra de arte, es relativa. Hay
una belleza estética del sujeto, pero es fundamentalmente la valentía del
artista que la representa e interpreta la que imprime el carácter de obra
artística.
No hay otro ejemplo mejor que la escultura de
Hércules del propio Lisipo, representado en el esfuerzo de expresar toda la
fuerza y toda la energía encerrada en su masa muscular exasperada, enorme, de
una belleza y una fascinación únicas que emana de la plasticidad y de la
vivacidad de la figura, en el gesto atlético.
Obra:
Hermes de Atalante, Museo Arqueológico Nacional de
Atenas.
Apoxiomenos - Copia romana en mármol, h. 200 cm. - El
original era de bronce, 330 a. C. - 320 a. C. - Museo Pío-Clementino, Ciudad
del Vaticano.
Eros tensando el arco. Hay varias copias, una está en
el Museo Capitolino de Roma; otra, en el Museo Británico.
Hermes
Landsdowne
Hércules Farnesio, copia en mármol de Glycon
Ateniese, del original en bronce de h. 320 a. C., unos 317 cm.; originalmente
estuvo en las termas de Caracalla, aunque la copia en mármol que se conserva se
encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Alejandro
con lanza
Hermes en reposo - (Bronce, h. 105 cm., 330 a. C. -
320 a. C., Nápoles, Museo Arqueológico Nacional.)
Sileno y Dioniso - (Museos Vaticanos.)
Agias, conocido a través de una copia de mármol que
se encontró y se conserva en el Museo de Delfos.
Ares Ludovisi - (Roma, - Museo Nacional Romano -
Palacio Altemps.)
Sócrates - (Busto en mármol que retrata al filósofo
Sócrates y se le atribuye a Lisipo)
los llamados Caballos de san Marcos.
El servidor de aceite, en Dresde y Munich.
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