Mandando poner en orden una gran tribuna, en medio y delante
de todos, salió él con la gente noble y más principal, y de la parte desde la
que todos los soldados podían oírle, les expresó su profunda gratitud por la
lealtad que le habían mostrado de manera continuada...
Mandó entonces a los oficiales señalados que leyesen los
nombres de todos cuantos hubieran realizado algún hecho brillante durante la
guerra.
Llamados cada uno por
su nombre, les aplaudió cuando se acercaban, tan exultante por sus hazañas como
si las hubiera realizado él mismo.
A continuación les
puso coronas de oro en la cabeza, cadenas doradas al cuello, pequeñas lanzas
también doradas, e insignias hechas de plata, y ascendió a todos ellos a una
categoría superior; repartió también el botín y el saqueo de la ciudad mucho
oro y mucha plata, muchos vestidos y otras partes del botín en abundancia.
Cuando todos habían
sido recompensados con lo que él juzgó que cada uno merecía, y después de haber recitado una plegaria por
todo el ejército, descendió en medio de las aclamaciones y el favor de todos y púsose a celebrar sacrificios en
acción de gracias por su victoria.
Se puso a un gran número de bueyes detrás de los altares,
los sacrificios y los distribuyó entre la tropa para que hicieran un banquete.
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