Agripina,
que ya desde tiempo atrás estaba decidida al crimen… deliberó el veneno a
elegir: uno súbito y de efecto precipitado denunciaría el crimen; si escogía
uno lento que lo fuera minando, era de temer que Claudio, cerca de la muerte y
dándose cuenta del engaño, volviera al amor de su hijo. Quería algo especial,
que le perturbara la mente y dilatara su muerte. Se elige como artífice de tal
obra a una mujer a la que llamaban Locusta, recientemente condenada por
envenenamiento y largo tiempo tenida como uno de los instrumentos del reino.
Por el veneno de aquella mujer fue preparado el veneno, y suministrado por
Haloto, uno de los eunucos, que solía servir y probar los manjares.
Quedó
todo tan pronto al descubierto que los historiadores de aquellos tiempos
cuentan que el veneno se echó en una suculenta seta, y que la fuerza de la
poción no se sintió inmediatamente, ya fuera por la estupidez de Claudio, ya
porque estuviera borracho; también pareció que una descomposición de vientre lo
había salvado. Con ello se aterrorizó Agripina y, como temía lo peor,
despreciando la desaprobación de los presentes, emplea la complicidad del
médico Jenofonte, la cual ya se había preparado. Éste, como si tratara de
favorecer los esfuerzos de Claudio por vomitar, le clavó en la garganta —según
se cree— una pluma mojada en un veneno rápido, no ignorando que los grandes
crímenes se acometen con peligro y se rematan con premio.
(
Tácito )
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