Aunque la mayor parte de mi vida he estado de campaña en campaña militar con mis legiones fuera de Roma, cuando me trasladé a vivir a la Domus Pública en mi calidad de Máximo Pontifice de Júpiter Optimo Máximo, padre de los dioses, conviví un tiempo con las dulces y gentiles Vestales. Y aunque algunas se enamoraron de mí, yo no les consentí bajo ningún concepto ningún tipo de relación amorosa, ni esperanza alguna de ello, recordándoles que eran vestales, y que no podían tener ningún tipo de relaciones hasta llegar a la edad de cumplir con la diosa Vesta y retirarse con la merecida pensión. Ellas son, además, las guardianas de todos los testamentos de los ciudadanos romanos, tanto desde el más humilde que sólo deja un simple cerdo, como del latifundista que dispone de miles de hectáreas de tierra y miles de esclavos. Pero…
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Estaban liberadas de las obligaciones sociales habituales de casarse y tener hijos, y tenían voto de castidad para dedicarse expresamente al estudio y correcta observancia de los rituales estatales que no podían efectuar los colegios sacerdotales masculinos, como la preparación de la mola salsa que era utilizada en sacrificios estatales. Estaban tocadas con un velo en la cabeza y portaban una lámpara encendida entre las manos.
Cuando una candidata a vestal era seleccionada, era separada de su familia, conducida al templo donde le eran cortados los cabellos, y donde era suspendida de un árbol[cita requerida], a fin de dejar claro que ya no dependía de su familia.
CASA DE LAS VESTALES |
Además de privilegios y honores por todas partes, las vestales podían testar aún viviendo sus padres. Incluso disponer de lo suyo sin necesidad de tutor o curador.
El perder la virginidad era considerado una falta peor incluso que el permitir que se apagase el fuego sagrado. Inicialmente, el castigo era la lapidación; luego esta pena fue sustituida por el decapitamiento y el enterramiento en vida y a su compañero se le conducía al suplicio. Sin embargo, sólo se conocen veinte casos en los que esta falta fue detectada y castigada.
INTERIOR RECINTO DE LAS VESTALES |
Las vestales fueron disueltas por el emperador Teodosio El Grande en el año 394.
Su vestimenta principal constaba de una ínfula, un sufíbulo (suffibulum) y una palla. La ínfula era una especie de venda, que era usada por sacerdotes y otras figuras religiosas en Roma; la de las vestales era de lana blanca. El sufíbulo era un velo blanco de lana que era utilizado durante rituales y sacrificios. Generalmente, debajo tenían cintas de lana de color rojo y blanco, que simbolizaban, la primera, el compromiso de las vestales para mantener el fuego de Vesta y la segunda, su voto de pureza. La palla era un simple chal, largo, típico de la vestimenta de las mujeres romanas que se recogía con un alfiler sobre su hombro izquierdo.
La vestal superiora (Virgo Vestalis Maxima o Vestalium Maxima, "la más grande de las Vestales" o "Suma Vestal") supervisaba las tareas de las vestales y estaba presente en el Colegio de Pontífices. Según Tácito, la Vestalis Maxima Occia presidió el Colegio de las vestales durante 57 años. La última Suma Vestal conocida fue Coelia Concordia en el 380.
Las vestales legendarias más conocidas fueron Rea Silvia, madre mítica de los fundadores de Roma, Rómulo y Remo y Aemilia, que dice la leyenda, que cuando el fuego sagrado se extinguió en una ocasión, oró a Vesta suplicándole ayuda, y milagrosamente se reavivó al tirar un trozo de su vestido en los rescoldos apagados.
La Casa de las Vestales era la residencia de las sacerdotisas vestales en Roma. Detrás del Templo de Vesta (que albergaba el fuego sagrado), el Atrium Vestiae era un edificio de tres plantas al pie del Monte Palatino.
Las fiestas principales de Vesta eran las Vestalias (Vestalia) que se celebraban del 7 al 15 de junio. Únicamente el primer día, era accesible su santuario (donde normalmente nadie podía entrar, excepto sus sacerdotisas vestales) a las madres de familia que traían comida. Las ceremonias eran oficiadas por las vestales y recogían grano y pasteles salados para la fiesta. Era la única ocasión en que preparaban la mola salsa, porque era el momento más sagrado de Vesta, y tenía que ser hecha de manera perfecta, ya que se utilizaría posteriormente en todos los sacrificios públicos.
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