domingo, 17 de mayo de 2015

LAS VESTALES




LAS VESTALES

Aunque la mayor parte de mi vida he estado de campaña en campaña militar con mis legiones fuera de Roma, cuando me trasladé a vivir a la Domus Pública en mi calidad de Máximo Pontifice de Júpiter Optimo Máximo, padre de los dioses, conviví un tiempo con las dulces y gentiles Vestales. Y aunque algunas se enamoraron de mí, yo no les consentí bajo ningún concepto ningún tipo de relación amorosa, ni esperanza alguna de ello, recordándoles que eran vestales, y que no podían tener ningún tipo de relaciones hasta llegar a la edad de cumplir con la diosa Vesta y retirarse con la merecida pensión. Ellas son, además, las guardianas de todos los testamentos de los ciudadanos romanos, tanto desde el más humilde que sólo deja un simple cerdo, como del latifundista que dispone de miles de hectáreas de tierra y miles de esclavos. Pero…
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Vestal (del latín, Vestalis y plural, Vestales) en la Religión de la Antigua Roma, era una sacerdotisa consagrada a la diosa del hogar Vesta. Originalmente, es probable que fueran dos, cuatro en tiempos de Plutarco y posteriormente, seis. De su importancia dan prueba que el Colegio de las Vestales y su bienestar eran considerados fundamentales para la continuidad y seguridad de Roma. Eran sacerdotisas públicas Vesta publica populi Romani Quiritium y, en tanto que tales, constituían una excepción en el mundo sacerdotal romano, que estaba casi por entero compuesto de hombres.



Las vestales debían ser vírgenes, de padre y madre reconocidos, y de gran hermosura. Eran seleccionadas por el Pontífice Máximo a la edad de seis a diez años. Su mayor responsabilidad era mantener encendido el fuego sagrado del templo de Vesta, situado en el Foro romano por lo que tenían restringidos sus movimientos.

Estaban liberadas de las obligaciones sociales habituales de casarse y tener hijos, y tenían voto de castidad para dedicarse expresamente al estudio y correcta observancia de los rituales estatales que no podían efectuar los colegios sacerdotales masculinos, como la preparación de la mola salsa que era utilizada en sacrificios estatales. Estaban tocadas con un velo en la cabeza y portaban una lámpara encendida entre las manos.

Cuando una candidata a vestal era seleccionada, era separada de su familia, conducida al templo donde le eran cortados los cabellos, y donde era suspendida de un árbol[cita requerida], a fin de dejar claro que ya no dependía de su familia.




El servicio como vestal duraba treinta años, diez de los cuales estaban dedicados al aprendizaje, diez al servicio propiamente dicho y diez a la instrucción de nuevas vestales.Transcurridos estos años podían casarse si querían, aunque casi siempre lo que ocurría es que las vestales retiradas decidían permanecer célibes en el templo.

CASA DE LAS VESTALES


Su ocupación fundamental era guardar el fuego sagrado. Si éste llegaba a extinguirse, entonces se reunía el Senado, se buscaban las causas, se remediaban, se expiaba el templo y se volvía a encender el fuego. El fuego era encendido usando la luz solar como fuente de ignición. La vestal que hubiera estado de guardia cuando el fuego se apagaba, era azotada.

Además de privilegios y honores por todas partes, las vestales podían testar aún viviendo sus padres. Incluso disponer de lo suyo sin necesidad de tutor o curador.




Las vestales tenían el privilegio de absolver a un condenado a muerte que encontraran cuando éste era conducido al cadalso, siempre y cuando se demostrase que el encuentro había sido casual.

El perder la virginidad era considerado una falta peor incluso que el permitir que se apagase el fuego sagrado. Inicialmente, el castigo era la lapidación; luego esta pena fue sustituida por el decapitamiento y el enterramiento en vida y a su compañero se le conducía al suplicio. Sin embargo, sólo se conocen veinte casos en los que esta falta fue detectada y castigada.


INTERIOR RECINTO DE LAS VESTALES


Cualquier ofensa contra ellas podía ser castigada con la muerte.

Las vestales fueron disueltas por el emperador Teodosio El Grande en el año 394.




Vestimenta

Su vestimenta principal constaba de una ínfula, un sufíbulo (suffibulum) y una palla. La ínfula era una especie de venda, que era usada por sacerdotes y otras figuras religiosas en Roma; la de las vestales era de lana blanca. El sufíbulo era un velo blanco de lana que era utilizado durante rituales y sacrificios. Generalmente, debajo tenían cintas de lana de color rojo y blanco, que simbolizaban, la primera, el compromiso de las vestales para mantener el fuego de Vesta y la segunda, su voto de pureza. La palla era un simple chal, largo, típico de la vestimenta de las mujeres romanas que se recogía con un alfiler sobre su hombro izquierdo.




Vestalis Maxima

La vestal superiora (Virgo Vestalis Maxima o Vestalium Maxima, "la más grande de las Vestales" o "Suma Vestal") supervisaba las tareas de las vestales y estaba presente en el Colegio de Pontífices. Según Tácito, la Vestalis Maxima Occia presidió el Colegio de las vestales durante 57 años. La última Suma Vestal conocida fue Coelia Concordia en el 380.



La Vestalium Maxima fue la más importante Suma Sacerdotisa de Roma. La Flaminica Dialis y la regina sacrorum mantuvieron la responsabilidad en exclusiva para determinados ritos religiosos, pero su oficio se realizaba como parte de una pareja.



Algunas vestales

Las vestales legendarias más conocidas fueron Rea Silvia, madre mítica de los fundadores de Roma, Rómulo y Remo y Aemilia, que dice la leyenda, que cuando el fuego sagrado se extinguió en una ocasión, oró a Vesta suplicándole ayuda, y milagrosamente se reavivó al tirar un trozo de su vestido en los rescoldos apagados.




Casa de las vestales

La Casa de las Vestales era la residencia de las sacerdotisas vestales en Roma. Detrás del Templo de Vesta (que albergaba el fuego sagrado), el Atrium Vestiae era un edificio de tres plantas al pie del Monte Palatino.




Fiestas de las vestales

Las fiestas principales de Vesta eran las Vestalias (Vestalia) que se celebraban del 7 al 15 de junio. Únicamente el primer día, era accesible su santuario (donde normalmente nadie podía entrar, excepto sus sacerdotisas vestales) a las madres de familia que traían comida. Las ceremonias eran oficiadas por las vestales y recogían grano y pasteles salados para la fiesta. Era la única ocasión en que preparaban la mola salsa, porque era el momento más sagrado de Vesta, y tenía que ser hecha de manera perfecta, ya que se utilizaría posteriormente en todos los sacrificios públicos.




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