domingo, 31 de mayo de 2015

EL LANISTA LÉNTULO BATIATO



Batiato tenía cuarenta mujeres, cuyo único cometido, aparte de los trabajos de cocina, era saciar los apetitos sexuales de los gladiadores, quienes tenían derecho a la compañía de una mujer cada tres días, emparejándose con las cuarenta en riguroso orden; las siete u ocho mujeres asignadas a una celda llegaban escoltadas y se dirigían al lecho que tuviesen asignado y no podían quedarse en él una vez concluido el coito.



 La mayoría de los gladiadores eran capaces de efectuar tres o cuatro coitos por noche, pero tenía que ser cada vez con una mujer distinta. Bien consciente de que en aquellos encuentros se daba el mayor peligro en el sentido de que se desarrollase un vínculo afectivo, Batiato ponía un vigilante en la celda en cuestión (tarea que ningún criado desdeñaba, pues las celdas estaban iluminadas) para que las mujeres circularan y los hombres no entablaran conversación con ellas.



No siempre estaban los cien gladiadores en villa Batiato, pues entre un tercio y la mitad solían hallarse de viaje, cosa que ellos detestaban porque no vivían en iguales condiciones que en la escuela y no tenían mujeres.


 Pero la ausencia de un grupo permitía que las mujeres tuviesen días de descanso y que las que estaban embarazadas pudiesen tener los niños antes de volver al trabajo, del que quedaban exentas sólo en el último mes de embarazo y en el siguiente al parto, por lo cual ellas procuraban no quedarse embarazadas, y las que quedaban hacían lo posible por abortar.



 Todos los recién nacidos eran separados inmediatamente de la madre; si era niña la tiraban a la basura y si era niño Batiato en persona lo examinaba, pues siempre tenía clientas dispuestas a comprar un varón.




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