martes, 26 de mayo de 2015

JULIA, LA HIJA DE JULIO CÉSAR




En toda su vida ella no había sido nunca tan feliz como lo era en aquel momento, pero era un pajarito lo bastante prudente como para no llorar. A los hombres les desagradaban las mujeres que lloraban; preferían las mujeres que reían y les hacían reír a ellos. Ser hombre era dificilísimo: toda esa lucha pública, obligados a pelear con uñas y dientes por todo, con enemigos acechando por todas partes. Una mujer que les diera a los hombres de su vida más gozo que angustia nunca carecería de amor, y Julia era consciente de que a ella nunca le faltaría el amor. No en vano era hija de César; había algunas cosas que Aurelia no podía enseñarle, pero Julia las había aprendido por sí misma.


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