lunes, 3 de julio de 2017

¡AY DE LOS VENCIDOS!, ¡AY DE LOS ESCLAVOS!


El enemigo una vez batido, cesaba de ser un «sujeto» para convertirse solamente en un «objeto». El romano que lo había hecho prisionero le consideraba como una cosa propia: si estaba de mal humor, lo mataba; si estaba de buen humor, se lo llevaba a casa como esclavo y podía hacer de él lo que quisiera: matarlo, venderlo, obligarlo a trabajar... Las tierras eran requisadas por el Estado y cedidas en arriendo a los súbditos. Con mucha frecuencia se destruían las ciudades y se deportaba a sus moradores.

( Indro Montanelli en "Historia de Roma")










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