sábado, 10 de diciembre de 2016

CLAUDIO SE CONVIERTE EN EMPERADOR


 

Cuando los asesinos de Calígula apartaron a todos, con el pretexto de que el emperador quería estar solo, Claudio, alejado como los demás, se retiró a una pequeña habitación, llamada el Hermeo; sobrecogido de miedo, al primer rumor del asesinato, se arrastró desde allí hasta una galería inmediata, donde permaneció oculto detrás de la cortina que cubría la puerta. Un soldado, que por casualidad llegó hasta allí, le vio los pies; quiso saber quién era y reconociéndole le sacó de aquel sitio. Claudio se arrojó a sus pies suplicándole que no le matara; el soldado le saludó como emperador, le llevó a sus compañeros, todavía indecisos y estremecidos de cólera, los cuales le colocaron en una litera y, como habían huido los esclavos, le llevaron en hombros al campamento. Claudio estaba afligido y tembloroso y los transeúntes le compadecían como a una víctima inocente que llevaban al suplicio. Fue recibido en la parte fortificada del campamento y pasó la noche rodeado de centinelas, más tranquilo en cuanto al presente que para el futuro. Los cónsules y el Senado ocupaban, en efecto, el foro y el Capitolio con las cohortes urbanas, queriendo absolutamente restablecer las libertades públicas. El mismo Claudio, citado por los tribunos de la plebe para que fuese al Senado a dar su opinión en aquellas circunstancias, contestó que «estaba retenido por la fuerza». Pero a la mañana siguiente, el Senado, presa de divisiones y cansado de su papel, ya menos firme en la ejecución de sus designios, viendo que el pueblo que le rodeaba pedía a gritos un jefe único, decidió nombrar a Claudio, recibiendo éste, delante del pueblo reunido, los juramentos del ejército; prometió a cada soldado quince mil sestercios, siendo el primero de los césares que compró a precio de oro la fidelidad de las legiones.


( Suetonio )


















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