CORRUPCIÓN GENERALIZADA
Otras transformaciones, aún más profundas, habían cambiado la sociedad. La vieja aristocracia terrateniente que controlaba el Senado quería conservar sus privilegios de casta.
Del 233 al 133 a. de J.C., seis familias notables ejercerían 71 consulados entre 200. Para acaparar las magistraturas se compraban los votos. El tradicional respeto por las leyes era escarnecido.
Escipión el Africano, vencedor de Aníbal, dio un mal ejemplo haciéndose elegir ilegalmente.
Acusado de apropiarse del dinero público, rechazó con desprecio justificarse, indignado de que le creasen molestias por cuatro millones de sestercios, cuando había aportado 200 millones con sus conquistas.
Los nobles se hacían elegir gobernadores de provincia (con el título de cónsul o de propretor) y robaban a sus administrados.
Puesto que una ley prohibía ser al mismo tiempo senador y hombre de negocios, numerosos ricos se dedicaron por entero al comercio, al tráfico financiero, o la industria. Estos fueron los caballeros (equites) que crearon el orden ecuestre junto al orden senatorial. Eran comerciantes y banqueros.
Los publicanos realizaban grandes obras para el estado, formaban sociedades que se encargaban (¡y con qué interés!) de la recaudación de impuestos en las provincias. Aunque las clases elevadas se habían aprovechado considerablemente de las conquistas, la clase media de los pequeños propietarios se encontraba arruinada.
Decenas de millares habían muerto en el campo de batalla. Los pocos que regresaron a casa después de largos años tuvieron que volver a poner en explotación sus campos, contrayendo deudas y convirtiéndose en esclavos si no las pagaban.
El trigo de Sicilia, Cerdeña y Africa provocó la baja del precio del trigo local, y los pequeños agricultores tuvieron que abandonar la lucha porque los más grandes tenían el dinero suficiente para prescindir de los cereales sustituyéndolos por la vid, los olivos y la cría de ganado.
Expulsados de sus campos, los campesinos arruinados llegaron a Roma para engrosar las filas de la plebe, buscaron trabajo, se convirtieron en clientes de los nobles.
La afluencia de miles de esclavos disminuyó las posibilidades de empleo. Los ricos los tenían por centenares (el precio de los hombres había disminuido mucho), les trataban duramente y, por las más pequeña falta, les maltrataban o les ajusticiaban. Tras los prodigiosos triunfos de las conquistas, se delineaba una grave crisis social.
Los pobres se levantarían contra los ricos y la plebe contra el Senado. Una verdadera revolución iba a conmover a Roma, iniciando la era de las guerras civiles y de las desigualdades.
A la cabeza de un partido, unos hombres ambiciosos, apoyándose en el Senado, en el pueblo, en las legiones, establecerían su poder.
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