miércoles, 30 de julio de 2014

LAS SAGRADAS ÁGUILAS IMPERIALES DE LA LEGIÓN ROMANA (SU ORIGEN)



Durante los tiempos de la República Romana, los ejércitos de la propia Roma lo componían básicamente enriquecidos patricios, plebeyos y demás aristócratas, gente de la más pura nobleza romana, adiestrada en las artes de la guerra, propietarios de fincas y del propio equipo de armamento, que hasta incluso sabían leer y escribir, lo que les hacia tener un gran sentido de patriotismo, defendiendo sus propiedades, su familia y su país. Cada vez que tenían una guerra, tenían una motivación para defenderse, pues se trataba de su propia supervivencia como pueblo romano. Pero las intensas y continuadas guerras, así como las invasiones germánicas hacia la península itálica para tomar Roma, había diezmado muchísimo el ejercito romano, que se había quedado seco de las levas de siempre, compuesto por patriotas que aportaban su propio armamento, sin coste alguno para el Estado, en este caso representado por el Senado.


Pero, en los últimos tiempos de la República Romana, la multiplicación de la población germana, empujaba a los pueblos bárbaros cercanos a Roma a invadirla y ocuparla, lo que hizo que finalmente, en una situación de muy serio y gravísimo peligro, el Senado romano decidiera alistar nuevos legionarios para los ejércitos romanos entre las gentes del censo por cabezas, o sea los proletarios, gentes que apenas no tenían propiedades ni habían participado en las guerras, aparte de que eran analfabetos. En consecuencia, eran lo más bajo del estrato social romano, que esta vez era necesario llamarlos para la defensa de una Roma en casi seguro peligro de muerte, dado que por entonces la población romana se contaba por unas cuantas docenas de miles, mientras que los germanos eran por unos cuantos millones que no podían mantenerse en sus propios territorios naturales debido a la excesiva superpoblación. Esta era una de las razones por las que los esclavos eran tan baratos.


La idea de reclutar nuevos legionarios entre las gentes del más bajo estrato social romano partió de Cayo Mario, un brillante militar plebeyo que había hecho fortuna en la guerra contra las tribus rebeldes hispanas, pero que al casarse con una miembro de la gens patricia de los Césares, Julia (la que sería tía del conocido Cayo Julio César, que tuvo como maestro de armas a su propio tío Cayo Mario), le elevó a la categoría de aristócrata con derecho a hacer carrera política en el Senado. Terminada una guerra, de repente surgía otra crisis con una nueva invasión de los germanos, pero al estar Roma seca de hombres para reclutar por culpa de tantas guerras, a Cayo Mario se le ocurre que podrían alistarse los numerosos y olvidados miembros del proletariado que nunca habían participado en ninguna guerra romana, aparte que por esta vez era el senado romano quien se haría cargo de los cofres de guerra para pagar a los nuevos legionarios. Aparte, a Cayo Mario, que por entonces era cónsul, se le ocurrió que era muy importante que los analfabetos romanos aprendieran a leer y a escribir, por lo que se le ocurrió dar mayor paga a quien supiera leer y escribir a cambio de que le enseñara a reconocer banderas, letras, cifras y símbolos a los nuevos legionarios analfabetos, como otra forma más de que se sintieran importantes, patriotas y llevadores de la cultura romana por los confines del imperio. Le salió que era uno por cada tienda donde dormían 8 soldados. Puesto que era la primera vez que el ejército era pagado por el Senado (antes cada soldado se hacia cargo de su propio gasto), se le ocurrió que la forma de sacar eficiencia y rapidez en el movimiento, los pretechos y la logística, era poner a los soldados a cavar y construir carreteras, puesto que ya que cobraban un sueldo del Estado, debían de trabajar para el estado, construyendo las carreteras, y de paso con ese duro trabajo, entrenándose para estar en buena forma física para la dura lucha que se avecinaba contra un enemigo muchísimo superior en número, pero inferior en la admirable ingeniería militar y férrea disciplina que disponían las legiones romanas.



Aparte, para asegurarse de una profunda reverencia a la propia legión y a Roma en sí, al general-cónsul Cayo Mario, se le ocurrió la idea de dotar a cada legión (que la constituían unas 6000 personas armadas) una preciosa águila de plata con las alas abiertas montada en un mástil plateado; el águila la portaría quien se considerase el soldado más fuerte de su legión (cosa que se disputaban los mejores), revestido de una piel de león y una armadura de plata. El águila, les decía Cayo Mario a sus legionarios, era el símbolo de Roma para las legiones y todos los soldados estaban obligados al atroz juramento de estar dispuestos a morir antes que consentir que el águila cayese en manos del enemigo.


Por eso, muchísimos años más tarde, cuando Marco Licinio Craso estuvo tentado a invadir el imperio parto para hacerse con sus riquezas, sus legiones quedaron derrotadas por los partos en Carres (cerca de Siria), y se apoderaron de sus águilas de plata, que formaron a pasar objetos decorativos como trofeos de guerra en el palacio del rey de los partos Orodes. Y recuperar esas águilas de las legiones romanas, era una cuestión de orgullo para el pueblo romano, por lo que si no hubiera sido por los idus de marzo en los que se asesinó a Cayo Julio César, que ya tenía a sus tropas listas para embarcar en el puerto de Brindis, el gran militar romano hubiera invadido el imperio parto para recuperar las águilas y aprovechar el botín parto con el que pagar todas las deudas que habían arruinado a Roma por culpa de las sucesivas últimas guerras civiles.


Desde entonces, las legiones romanas siempre tuvieron sus águilas, que incluso al llegar a los tiempos más cercanos, algunos escudos y banderas de algunos países llegaron a adoptar como símbolo las destacadas águilas por el origen e historia que ya conocemos.



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