lunes, 13 de abril de 2015

DELENDA EST CARTAGO (CARTAGO DEBE DE SER DESTRUÍDA)




El fin del imperio cartaginés

En el momento mismo en que Corinto era aniquilada, Cartago sufría la misma suerte.

Catón, comprendiendo que ésta era siempre un peligro amenazador para Roma, convenció al Senado con sus discursos, que concluían siempre con el famoso "Delenda est Cartago" (Cartago ha de ser destruida), para emprender la tercera guerra púnica.




Para no romper los tratados de paz se encontró un pretexto: El rey de Numidia, Masinisa, no cesaba de ensanchar su territorio (la actual Argelia) a expensas de los cartagineses. Estos, exasperados, le declararon la guerra, y Roma los acusó de violar el tratado del 201 a. de J.C.

Cuatro legiones desembarcaron en Africa y los cartagineses se sometieron, pero, una vez que hubieron entregado las armas, los romanos ordenaron al pueblo que abandonaran la ciudad y que se retiraran al interior.




Reducido a la desesperación el pueblo se rebeló y optó por la guerra a ultranza; demolieron las casas, utilizaron las vigas para construir máquinas de guerra, las mujeres se cortaron los cabellos para hacer cuerdas (149 a. de J.C.).

El impulso fue tal que la ciudad resistió durante tres años. En el 146 a. de J.C., después de un terrible asalto, Cartago fue completamente destruida. Su territorio fue declarado maldito y formó la provincia de Africa, con Utica como capital.




Final en Hispania y la Galia

La codicia de los gobernadores provocó poco a poco una revuelta general en Hispania, donde un pastor, Viriato, jefe de la rebelión, resistió durante nueva años (147-139 a. de J.C.).

Viriato fue asesinado y la lucha final se desarrolló alrededor de Numancia, destruida después de un asedio atroz dirigido por Escipión Emiliano, el vencedor de Cartago (133 a. de J.C.).

La inestabilidad de los diferentes pueblos de la Península Ibérica indujo a los romanos a unir directamente la provincia a Italia.




Por otra parte, las legiones romanas, llamadas por Marsella contra los montañeses vecinos, ocuparon el sur de la Galia, fundaron Aix (125 a. de J.C.), y después se volvieron contra los alóbroges, apoyados por Bituito, rey de los arvernos, y por sus 200.000 soldados.

Cerca de Montelimar, sus hordas indiciplinadas fueron exterminadas y Roma situó puestos avazados desde Lyon a Tolosa.

En lo sucesivo, los romanos, que reinaban desde Asia Menor hasta el Atlántico (las famosas Columnas de Hércules), pudieron decir con orgullo "Mare Nostrum" (nuestro mar), refiriéndose al Mediterráneo.



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