miércoles, 22 de abril de 2015

JULIO CÉSAR Y LAS GALIAS





La conquista de las Galias

Toda la parte mediterránea de la Galia, la Narbonense, era provincia romana desde hacía sesenta años. Comprendía el actual Languedoc, la Provenza y el valle del Ródano hasta Viennes.

Marsella, fundada en el siglo VII a. de J.C. por los griegos focenses, había difundido el helenismo por toda la región, y la romanización había sido rápida: Narbona, Aix, Orange, eran otras tantas ciudades romanas.




Más allá se extendía el país de los celtas, descrito por el mismo César en su obra La guerra de las Galias (De bello gallico).

Para conquistar aquel enorme territorio, César sólo disponía de seis legiones (apenas 30.000 hombres). En el año 58 a. de J.C., aniquiló a los helvecios en el Morvan, rechazando después a los germanos más allá del Rin, a Alsacia.




Tras invernar al pie del Jura, atacó a los belgas en el año 57 a. de J.C., y al año siguiente envió al hijo de Craso a someter a los vénetos de Armórica.

Hizo publicar en Roma los dos primeros libros de De bello gallico, lo que le valió quince días de fiestas religiosas.




Sin embargo, tuvo que reprimir una revuelta en el golfo de Morbihan; Aquitania fue a su vez sometida. Más tarde, César se aventuró fuera de la Galia franqueando el Rin sobre un puente construido en diez días, cerca de Bonn, entregándose al saqueo de las tierras de los germanos.

Después atravesó el canal de la Mancha, desembarcando en las costas de la isla de Bretaña, la actual Gran Bretaña. Al año siguiente volvió allí, con fuerzas más abundantes, avanzando hasta el Támesis (54 a. de J.C.).




Pero en la Galia estallaron nuevas revueltas, y las represiones de los romanos, atroces, obligaron a los jefes de las tribus celtas a unirse bajo la autoridad de un joven príncipe de los arvernos, Vercingetórix, guerrero procedente de la región montañosa de la Arvernia.

Vercingetórix había sido hasta entonces aliado de los romanos, habiendo servido seguramente en su ejército. Sin embargo, apelando al sentimiento nacional, apoyándose en la autoridad moral de los druidas, reunió un gran ejército y puso en práctica la táctica de quemar las tierras.




César, después de un encarnizado asedio, se apoderó de Avaricum (Bourges). Luego, quiso asestar el golpe decisivo tomando Gergovia, la capital de los arvernos (52 a. de J.C.), pero fue rechazado con grandes
pérdidas.

Esta derrota de los romanos reforzó la unión de los rebeldes, a los cuales fueron a unirse los deudos, "amigos" de Roma. César tuvo que replegarse hasta el Saona. Su situación era dramática, pero Vercingetórix, demasiado confiado, atacó al ejército romano. Sus tropas fueron destrozadas y el jefe galo cometió un segundo error, dejándose sitiar en Alesia.




César estableció el sitio de una manera que seguiría siendo durante dos siglos un modelo de estrategia militar. Rodeó la ciudad con un doble cerco de fortificaciones de madera y de tierra, uno para bloquearla y el otro para impedir la posible llagada de un ejército de refuerzo que, desalentado y paralizado por las discordias de sus jefes, se dispersó sin intentar nada.

Pronto los sitiados carecieron de agua y de víveres. Vercingetórix, extenuado, salió personalmente de la ciudad para pedir clemencia (52 a. de J.C.). El infortunado galo fue conducido a Roma, donde fue encadenado al carro del vencedor. Arrojado en prisión, fue degollado diez años después.



Sin embargo, César necesitó todavía un año para aplastar los últimos coletazos de la insurrección. Según el mismo vencedor, la Galia había tenido un millón de muertos, y otro millón de hombres fueron convertidos en esclavos.

El botín conseguido fue enorme. Sin embargo, a diferencia de España, el país fue romanizado rápidamente y los vencidos reconocieron la ley romana, adoptaron fácilmente una civilización que seducía a la aristocracia con la superioridad y el esplendor de sus ciudades.



En cuanto a César, que se había igualado a los más grandes capitanes de la Antigüedad, pudo, con un ejército vinculado a él con fanatismo, volver a Italia.





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