( EN LA FOTO DE ARRIBA, EL EMPERADOR CARACALLA )
Ciudadanía, si, pero menos
Aunque los romanos victoriosos hicieron participar a los pueblos sometidos de los beneficios de la paz y de una sabia administración, no estaban desprovistos sin embargo de un cierto desprecio hacia ellos.
El gusto por la vida fácil conquistaba estratos sociales cada vez más amplios y el medio más simple para enriquecerse consistía en explotar a aquellos a quienes el derecho de guerra dejaba a merced de los vencedores.
A partir de las conquistas mediterráneas, durante la República, los romanos se apoderaron del oro, de los objetos de arte y de los artículos manufacturados de las tierras sometidas; poco a poco fueron afluyendo a la ciudad todas estas riquezas e Italia recogió así los capitales esparcidos hasta entonces por el mundo helenístico.
Se trataba del botín traído por los generales, de indemnizaciones impuestas a los vencidos y, después, de los impuestos ordinarios. Por otra parte, las sociedades privadas actuaban al resguardo del poderío de Roma, comprando a bajo precio, especulando en beneficio propio y en perjuicio de los países sometidos.
Oriente, que había alcanzado un alto grado de evolución económica, sufrió más que nadie de esta extracción de riqueza. Oprimidos por las tasas y exacciones, mientras que su clientela local se reducía por la ruina de los aristócratas indígenas, numerosos productores orientales se declararon en quiebra. Occidente, más atrasado, se vio menos afectado.
Así, Roma revalorizó algunas regiones, introduciendo en ellas capitales y técnicos, y aunque sus hombre de negocios se reservaron la mayor parte de los beneficios, estas comarcas comenzaron a tener un peso en la economía de la Antigüedad.
En la agricultura, sin embargo, los progresos fueron poco espectaculares. En su conjunto, por ejemplo, las roturaciones fueron raras, puesto que la pasión de los aristócratas por la caza se oponía a ello.
También hubo pocas obras de drenaje, limitándose la irrigación a las regiones próximas a las fronteras, para asegurar el abastecimiento de las guarniciones.
Ninguna revolución agrícola radical fue provocada con nuevos cultivos, nuevos métodos o nuevas máquinas. Y aunque los campos rindieron más, fue solamente gracias a la seguridad alcanzada y a la mejora de los transportes, así como al desarrollo de las ciudades, que multiplicaron la demanda en las zonas próximas.
Ciertamente, los romanos difundieron el cultivo de la vid, del castaño y de los árboles frutales, como melocotoneros y albaricoqueros, pero esto no bastaba para alejar el espectro del hambre, consecuencia de la escasez crónica de cereales.
Las más afectadas fueron las regiones orientales del Imperio, donde la cosecha dependía de las eventualidades del clima y que no podían ya abastecerse en las fuentes de aprovisionamiento a las que recurrían antes: Roma, en efecto, se reservaba las exportaciones de Egipto, que en otro tiempo sirvió de granero a toda el Asia helenística.
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