martes, 18 de abril de 2023

CÉSAR EXPLICA SU ENCUENTRO CON LA ESTATUA DE ALEJANDRO MAGNO EN GADES ( HISPANIA)

 

Cuando era un simple cuestor destinado a Hispania me detuve ante una estatua de Alejandro Magno cuando la vi, y en aquel momento embargado por la emoción, lágrimas brotaron de mis ojos, cosa extraña en un militar, pero no me puede reprimir. La razón detrás de mi llanto era la comparación entre los logros de Alejandro Magno y los míos a mi misma edad, treinta años.

 

Me sentí abrumado al darme cuenta de que Alejandro Magno ya había conquistado gran parte del mundo conocido a su edad, mientras que yo, a pesar de mis éxitos como militar y administrador de Roma en Hispania, aún era solo un cuestor, un cargo menor en la jerarquía romana. La grandeza y el legado de Alejandro Magno me hicieron reflexionar sobre mi propio camino y mis ambiciones.

 

Esta comparación me llevó a reflexionar sobre mi propia ambición que aunque era grande, en aquel momento me pareció corta,  y sobre mi búsqueda constante de la grandeza. Desde muy joven siempre había aspirado a lograr más y alcanzar nuevas metas políticas y militares. Sin embargo, este momento de introspección también me hizo darme cuenta de que cada uno tiene su propio camino y que no siempre se pueden alcanzar los mismos logros en la misma edad. Aparte Alejandro había heredado la monarquía de su padre, y yo tenía que seguir el tradicional cursus honorum romano.

 

Pero desde aquel momento siempre me comparé con Alejandro Magno, y consideré que debía superarlo en todos los sentidos, tanto en cuanto se refiere a lo militar, como en la administración del Imperio Romano.

 

Me fijé como una de mis metas la conquista del Imperio Parto, que ya había conquistado en su momento Alejandro Magno.  Aquel era un país inmensamente rico, que servía para financiar la recuperación de una Roma que estaba arruinada por años de guerras civiles. Nosotros teníamos la fuerza militar y el Derecho, y los partos el dinero. No nos iría a resultar difícil apoderarnos de las riquezas de los partos, además de terminar por conseguir hacer realidad del sueño de Alejandro: la formación de un Imperio universal, donde todos fuéramos libres, viviéramos en justicia, y la prosperidad fuera la evolución natural de nuestra civilización, así como ser el legado para las posteriores generaciones.




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