jueves, 29 de diciembre de 2022

DISCURSO DE MARCO EMILIO ESCAURO, PRÍNCIPE DEL SENADO, CONTRA LOS NUEVOS ARRIBISTAS



 Es curioso que estuviese yo hablando de asuntos parecidos a éste antes de abrirse la sesión. De asuntos que indican la erosión de nuestros tradicionales métodos de gobierno y conducta personal en el gobierno. En los últimos años, este augusto cuerpo formado por los más excelsos hombres de Roma viene sufriendo la pérdida, no sólo de su poder sino de su dignidad como brazo más antiguo del gobierno. A nosotros, ¡los hombres más relevantes de Roma!, ya no se nos permite dirigir el rumbo del Estado. Nosotros, ¡los hombres más relevantes de Roma!, nos hemos acostumbrado a que el pueblo... políticos veleidosos, inexpertos, irreflexivos y advenedizos, se han acostumbrado a que el pueblo nos haga besar el polvo. Nosotros, ¡los hombres relevantes de Roma!, ya no contamos. Nuestra prudencia, nuestra experiencia, la distinción de nuestras familias durante tantas generaciones desde la fundación de la república, ya no cuentan para nada. Sólo importa el pueblo. Y yo os digo, padres conscriptos, ¡que el pueblo no tiene dotes para gobernar Roma!

 

¿Qué porción del pueblo dirige la Asamblea de la plebe?. ¡Hombres de la segunda, tercera y hasta cuarta clase, caballeros irrelevantes y ambiciosos que quieren dirigir Roma como si fuese su propio negocio, tenderos y pequeños granjeros, incluso artesanos venidos a más para tener varias galerías escultóricas, cómo he visto yo denominar a un patio!. ¡Y hombres que se llaman abogados, pero que tienen que buscarse clientes entre los bucólicos y los imbéciles, y hombres que se denominan agentes y son incapaces de definir de qué son agentes! ¡Sus actividades privadas los aburren y se dedican a acudir a los comitia jactándose de que ellos en sus preciosas tribus pueden gobernar Roma mejor que nosotros en la exclusividad de esta curia! ¡La jerga política chorrea de su boca cual vómito fétido y grumoso, y parlotean de subvencionar a este o a aquel tribuno de la plebe, aplaudiendo cuando las prerrogativas senatoriales se conceden a los caballeros! ¡Son hombres medios esa gente! ¡Ni lo suficiente grandes para pertenecer a la primera clase de las centurias, ni lo bastante bajos para dedicarse a sus propios asuntos en la quinta clase y en el censo por cabezas! ¡Os lo repito, padres conscriptos, el pueblo no tiene dotes para gobernar Roma!. Se le ha concedido excesivo poder y en su presuntuosa arrogancia, fomentada e instigada, hay que añadir, por diversos miembros de esta cámara cuando eran tribunos de la plebe, ahora alardean de ignorar nuestros consejos, nuestras orientaciones, nuestras personas!

 

Ha llegado la hora de que en el Senado invirtamos ese proceso. ¡Ha llegado la hora de que demostrémos al pueblo que ellos son subalternos en esta empresa común de gobernar!: Por supuesto que los orígenes de este deterioro del poder senatorial son fáciles de discernir. Esta augusta cámara ha permitido el acceso a demasiados advenedizos, a demasiadas setas venenosas, a demasiados hombres nuevos, a cargos de magistratura superior. ¿Qué significa en definitiva el Senado de Roma para un hombre que ha tenido que limpiarse la mierda de cerdo del rostro antes de llegar a Roma para probar su suerte en política?. ¿Qué significa el Senado de Roma para alguien que, en el mejor de los casos, es un latino a medias, originario de las tierras fronterizas de los samnitas... que alcanzó su primer consulado amparado en las faldas de la mujer patricia que compró? ¿Y qué significa el Senado de Roma para un híbrido bizco de las colinas infectadas de celtas del norte de Picenum?

 

Nuestros hijos, padres conscriptos, son seres timoratos que crecen en una atmósfera que ahoga al Senado de Roma hasta en su tarea de insuflar vida al pueblo de Roma. ¿Cómo podemos esperar que nuestros hijos vayan a gobernar Roma en su día, si el pueblo los intimida?. ¡Os lo repito, si no habéis empezado ya, desde hoy mismo debéis comenzar a educar a vuestros hijos para que se hagan fuertes en el Senado e implacables con el pueblo!. ¡Hacedles entender la natural superioridad del Senado! ¡Y preparadlos para luchar por el mantenimiento de esa superioridad natural!

 

¿Quiere alguien decirme por qué un miembro de esta augusta cámara puede deliberadamente optar por minarla?. ¿Puede alguien decírmelo?. ¡Porque es algo que sucede constantemente! . ¡Y ahí están sentados, llamándose senadores, miembros de esta augusta cámara!. ¡Y también llamándose tribunos de la plebe!. ¡Ahora sirven a dos señores!. Y yo os digo, recordémosles que son antes que nada senadores, y tribunos de la plebe después. Que su real cometido ante la plebe es educarla a ese papel subordinado. Pero ¿es lo que hacen?. ¡No! ¡Claro que no! Sí, algunos de esos tribunos guardan lealtad al orden establecido, lo admito, y por ello son encomiables. Otros, como siempre ha sucedido desde que el mundo es mundo, no hacen nada por el Senado ni por el pueblo, temerosos de que si se sientan a un extremo u otro del banco de los tribunos el resto se levante y ellos caigan al suelo en medio del ridículo. Pero es que hay otros, padres conscriptos, que deliberadamente se dedican a minar a esta augusta cámara, al Senado de Roma. ¿Por qué?. ¿Qué es lo que puede inducirlos a destruir su propio orden?

 

Yo os diré por qué, colegas senadores. Porque algunos se dejan comprar como baratijas de mercadillo. ¡A ésos todos los comprendemos!. Pero hay otros con motivaciones más sutiles, y entre éstos el primero fue Tiberio Sempronio Graco. Hablo de la clase de tribuno de la plebe que ve en ella un instrumento para sus propias ambiciones, la clase de hombre que codicia la categoría de primer hombre de Roma sin ganársela entre sus pares, como hizo Escipión Emiliano, Escipión Africano y Emilio Paulo, y, os ruego me perdonéis todos por la presunción, Marco Emilio Escauro, príncipe del Senado. Hemos adoptado un vocablo griego para describir el estilo de tribunos de la plebe de Tiberio y Cayo Graco: los llamamos demagogos. No obstante, no lo empleamos exactamente igual que los griegos. Nuestros demagogos no arrastran a toda la ciudad al Foro pidiendo sangre, tiran a los senadores por la escalinata de la curia y hacen su voluntad mediante la violencia de las masas. Nuestros demagogos se contentan con inflamar a los que habitualmente se congregan en la zona de comicios y hacen su voluntad por medio de la legislación. Sí, claro, hay violencia de vez en cuando, pero no es frecuente; somos nosotros, el Senado, quienes tenemos que recurrir a la violencia para restablecer el status quo. Porque nuestros demagogos son legisladores y leguleyos, más sutiles, más rencorosos, ¡mucho más peligrosos que los que incitan a la revuelta!. Corrompen al pueblo para lograr sus ambiciones. Y eso, padres conscriptos, no tiene nombre. Y, sin embargo, se hace todos los días y cada día es más evidente. El atajo hacia el poder, el camino fácil hacia la preeminencia.

 

El atajo al poder, el camino fácil a la preeminencia. Bien, todos conocemos a esa clase de hombres, ¿no es cierto?.  El primero es Cayo Mario, nuestro estimado primer cónsul, quien, según tengo entendido, está otra vez a punto de hacerse elegir cónsul ¡y otra vez in absentia! . cPor deseo nuestro?. ¡No!. ¡Por medio del pueblo, naturalmente!. ¿Cómo, si no, iba a haber llegado Cayo Mario a donde ha llegado de no haber sido por el pueblo?. Algunos de nosotros le hemos combatido con uñas y dientes, le hemos combatido con todos los recursos legales de nuestro arsenal constitucional. ¡Pero en vano!. Cayo Mario cuenta con el apoyo del pueblo, el oído del pueblo, y echa dinero en las bolsas de algunos de los tribunos de la plebe. En los tiempos actuales, basta con eso. Ese es Cayo Mario. Pero no me he levantado para hablar de Cayo Mario. Me perdonaréis, padres conscriptos, por dejar que mis sentimientos me hagan apartarme de lo esencial de mi exposición.

 

Me he levantado para hablar de otro arribista, una modalidad de arribismo menos ostensible que la de Cayo Mario. La clase de arribista que aduce antepasados senatoriales y habla bien el griego, que ha tenido una buena educación y vive en una casa lo bastante lujosa en la que sus ojos nunca han visto mierda de cerdo, es decir, en la que nunca ha visto nada de nada. No es un romano descendiente de romanos, por mucho que diga. Me refiero a Cneo Pompeyo Estrabo, legado de esta augusta cámara para servir al gobernador de Cerdeña, Tito Anio Albucio.

 

Y bien, ¿quién es este Cneo Pompeyo Estrabo?. Un Pompeyo que dice tener vínculos de sangre con los Pompeyos de esta cámara desdé hace generaciones, aunque seria interesante ver hasta qué punto son verdad esos vínculos. Rico como Craso, con una clientela que cubre casi la mitad del norte de Italia, un rey dentro de sus tierras. Ese es Cneo Pompeyo Estrabo.

 

Miembros del Senado ,¿adónde va a llegar esta augusta cámara si un senador bisoño disfrazado de cuestor tiene la osadía y el... el... descaro de acusar a su superior?. ¿Tan faltos de jóvenes romanos estamos que no podemos sentar culos romanos en trescientas escasas sillas?. ¡Me... me... escandaliza!. ¿Es que ese Pompeyo bizco está tan poco instruido en los detalles de comportamiento que debe guardar un miembro del Senado como para llegar a imaginarse que puede acusar a su superior?. ¿Qué nos sucede que consentimos que gentes como Pompeyo el bizco sienten sus posaderas en una silla senatorial?. ¿Cómo es que se atreve a cosa semejante?. ¡Por ignorancia y falta de clase, por eso se atreve!. ¡Hay cosas, conscriptos padres, que no se hacen!. Cosas como acusar a un superior o a un pariente próximo, incluidos los que lo son por matrimonio. ¡No se hacen!. ¡Descarado, bovino, grosero, inculto, presuntuoso, estúpido... nuestra lengua latina carece de epítetos suficientes para calificar los defectos de una seta venenosa como este Cneo Pompeyo Estrabo, ese Pompeyo bizco!

 

Aquí no se trata de Tito Anio, cuya conducta reconozco que es reprochable. Naturalmente que ese asunto se tratará como es debido, en este caso con un proceso. Si se le declara culpable, recibirá el castigo que la ley prescribe. Pero aquí de lo que se trata es del protocolo, la cortesía, la etiqueta, en otras palabras, padres conscriptos, ¡de modales!.  ¡Esa seta venenosa de Pompeyo el bizco es culpable de una flagrante transgresión de modales!

 

Propongo, padres conscriptos, que Tito Anio Albucio responda de cargos con cariz
de traición, pero que el praetor urbanus escriba al mismo tiempo una carta contundente al
cuestor Cneo Pompeyo Estrabo diciéndole que, primero, bajo ninguna circunstancia se le
permitirá procesar a un superior, y, segundo, que tiene modales de patán.


No hay comentarios:

Publicar un comentario